Blog

  • Me ciñe de poder

    https://i.pinimg.com/originals/cd/6f/1d/cd6f1d3cc6c003fb4af53fdbbc4ba138.jpg

  • https://i.pinimg.com/originals/a4/2d/8e/a42d8e29e4282b42889446e04a25f0c7.jpg

  • Home – LGG Spanish

    https://i.pinimg.com/originals/36/2d/96/362d963b3e16fcd5c447d12c008fb184.jpg

  • Fotos De Kattia Herrera Vincenti En Cuadritos 439

    https://i.pinimg.com/originals/dd/4c/99/dd4c9957bdfac97a9b63565c509c4fb0.jpg

  • Capítulo 2: Tomado por sorpresa

    Salmo 102:1-7, 9-11

    Jehová, escucha mi oración,
    Y llegue a ti mi clamor.
    No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia;
    Inclina a mí tu oído;
    El día que te invocare, apresúrate a responderme.
    Porque mis días se han consumido como humo,
    Y mis huesos cual tizón están quemados.
    Mi corazón está herido, y seco como la hierba,
    Por lo cual me olvido de comer mi pan.
    Por la voz de mi gemido
    Mis huesos se han pegado a mi carne.
    Soy semejante al pelícano del desierto;
    Soy como el búho de las soledades;
    Velo, y soy
    Como el pájaro solitario sobre el tejado.
    Porque ceniza he comido como pan,
    Y mi bebida he mezclado con lágrimas,
    A causa de tu enojo y de tu ira;
    Pues me alzaste, y me has arrojado.
    Mis días son como sombra que se va,
    Y me he secado como la hierba.

    La enfermedad siempre llega como una sorpresa amarga. Nunca estamos preparados para recibir malas noticias. Nos toma desprevenidos y nos sentimos impotentes.

    En teoría, sabemos que el sufrimiento es parte de la vida, y que tarde o temprano podríamos enfrentarlo. Pero cuando llega nuestro turno, el corazón se turba, la mente se llena de preguntas y todo parece derrumbarse.

    El secreto no está en el tipo de enfermedad ni en su intensidad, sino en cómo reaccionamos ante ella. Esa reacción marcará la diferencia entre amargura o maduración, entre desesperanza o crecimiento.

    Al llegar este momento, tenemos que decidir en quién vamos a descansar: en nosotros mismos, en la ciencia, o en Dios. La mejor elección siempre será Dios. Él puede dar sabiduría a los médicos, eficacia a los tratamientos, y sobre todo, paz al alma que sufre. Como el salmista, abre tu corazón sin reservas, confiésale tu necesidad y pídele nuevas fuerzas para enfrentar esta etapa difícil. Él escucha y responde.

    Acostarse en el regazo del Señor es descansar sabiendo que nada se escapa de sus manos, y que usará incluso los recursos humanos para obrar en nuestro favor.

    Oración

    Señor, no lo esperaba. La salud me abandonó de repente y me siento débil y asustado. He perdido fuerzas y no sé a dónde acudir. Pero sé que Tú eres Dios y todo está bajo tu control. Camina conmigo, guía mis pensamientos y trae paz a mi corazón. En El Nombre de Jesú, Amén.

  • Capítulo 1: En El Lecho del Dolor

    Seguramente nunca imaginaste estar aquí. Esa cama, que en otro tiempo era solo para descansar después de un día cansado, ahora se ha convertido en tu mundo. Si estás en el hospital, ni siquiera es tuya; y si estás en casa, dejó de ser un lugar de paso y se transformó en tu espacio permanente. Todo debe estar al alcance de tu mano. Te sientes dependiente, frágil, sin fuerzas.

    Lo que antes veías de lejos en la vida de otros, ahora te ha alcanzado a ti. La enfermedad llegó sin pedir permiso y poco a poco te fue quitando energías. Los tratamientos que parecían una solución rápida no resolvieron lo que esperabas. La rutina de tu vida se interrumpió y no sabes si volverás a ella como antes. Algunas cosas deberán cambiar, ajustarse, repensarse.

    Cuando uno está “horizontal”, la mirada se dirige hacia arriba. Y al mirar hacia arriba, inevitablemente te encuentras con Dios. Quizás hasta ahora no habías tenido mucho tiempo para detenerte a pensar en Él. No eras malo, solo estabas ocupado, convencido de que tenías todo bajo control. Tus oraciones eran rápidas, formales, quizá un “buenos días, Señor” antes de salir. Y nada más.

    Tal vez te acostumbraste a vivir con una religión superficial, creyendo que con asistir un par de veces al año a tu comunidad bastaba. O quizá siempre caminaste cerca de Dios, confiando en Él, buscando su guía… y ahora te preguntas por qué permite que pases por tanto dolor si eres su hijo amado. ¿Será un castigo? ¿Será un pecado oculto?

    Sea cual sea tu caso, quiero decirte algo: no desperdicies este tiempo de enfermedad. Parece duro, pero este valle puede mostrarte cosas que en otro lugar jamás verías. Dios puede hablar a tu corazón en medio de este dolor, darte una nueva perspectiva, poner en orden lo que necesita ser ordenado en tu vida y mostrarte el poder de su cuidado.

    Él no te juzga por tus preguntas ni por tus dudas. Él conoce cada pensamiento antes de que salga de tus labios, y aun así te ama con amor eterno.

    Por eso existen los Salmos. Allí, hombres y mujeres como tú se atrevieron a gritar sus dolores, sus preguntas y su angustia. Y en medio de esos clamores encontraron respuestas: la seguridad de que Dios era su refugio, su roca firme en la tormenta, su compañía constante en el lecho del dolor.

    Él quiere hacer lo mismo contigo. No estás solo. Dios está a tu lado, aun ahora. Escucha su voz, descansa en sus brazos y descubre que su amor es más fuerte que la enfermedad.

  • Capítulo 16: La luz de Cristo obrando a través de ti

    Oración inicial
    Señor, tú eres la luz del mundo. Haz que esa luz se refleje en todo lo que hago. Que tu Espíritu en mí manifieste obras vivas y no solo sentimientos. Enséñame a orar con compasión, a interceder con fe y a servir con obediencia. Usa mi vida como instrumento de tu sanidad y de tu amor. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo». (Juan 9:5)

    Reflexión
    Jesús declaró que era necesario hacer las obras del Padre mientras hubiera luz. Esa luz hoy permanece en nosotros a través del Espíritu Santo, que habita en cada hijo de Dios.

    El Espíritu no está en ti solo para consolar, sino también para manifestar las obras del Padre. Una de esas obras es la sanidad. Lo que Jesús inició continúa a través de tu vida.

    No esperes sentirte “listo” para orar por alguien. Ora. Hazlo en secreto en tu habitación o imponiendo tus manos con fe. Sé un canal de gracia.

    Recuerda el caso de Job: sufrió por años buscando respuestas, pero su restauración vino cuando oró por sus amigos. Hay un principio espiritual aquí: Dios derrama bendición sobre quienes siembran gracia en la vida de otros.

    Comienza hoy. Haz una lista de personas necesitadas y preséntalas en oración. La luz que hay en ti puede alcanzar a muchos.

    Principio espiritual
    Orar por otros abre la puerta a la bendición sobre tu propia vida.

    Versículo final
    «Con la medida con que medís, se os volverá a medir». (Lucas 6:38)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿He orado solo por mí o también por los demás?
    2. ¿He sido un canal de las obras de Dios o solo un recipiente?
    3. ¿A quién puedo bendecir hoy con una oración sincera?

     

  • Capítulo 15: El pecado oculto y la sanidad verdadera

    Oración inicial
    Señor, examina mi corazón. Si hay en mí algún pecado oculto, muéstramelo. Dame un arrepentimiento verdadero y fuerza para abandonar todo lo que me aparta de ti. Que nada en mi vida sea una brecha para el enemigo. Purifícame, perdóname y acércame más a ti. Amén.

    Pasaje bíblico
    «¿Quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?». (Juan 9:2)

    Reflexión
    Los discípulos preguntaron a Jesús si la ceguera de aquel hombre era consecuencia de su pecado o del de sus padres. Era común creer que cada sufrimiento estaba directamente ligado a una falta personal.

    Es cierto que el pecado introdujo la muerte y la corrupción en el mundo. Todos sentimos sus efectos: el cansancio, el envejecimiento, las enfermedades. Sin embargo, no todo sufrimiento es el resultado de una falta personal.

    Sí, hay pecados que traen consecuencias directas, y si permanecemos en hábitos pecaminosos, abrimos brechas al enemigo. Esas brechas debilitan nuestra vida y nos apartan del favor de Dios.

    El pecado, aunque parezca pequeño, da derecho al enemigo para actuar. Se convierte en un velo que oscurece nuestra relación con Dios y bloquea la sanidad que viene de Él.

    Por eso, si hay algo pendiente en tu vida, arrepiéntete, confiésalo y abandónalo. No escondas lo que necesita ser sanado. No es tiempo de alejarse de Dios, sino de correr hacia Él.

    Principio espiritual
    El pecado debilita tu vida y te separa de Dios.

    Versículo final
    «Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír». (Isaías 59:2)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿He guardado algún pecado oculto que sirva de brecha contra mí?
    2. ¿He pedido perdón, pero lo he abandonado de verdad?
    3. ¿Estoy hoy más cerca o más lejos de Dios por mis decisiones?

     

  • Capítulo 14: Cuando el dolor revela la gloria de Dios

    Oración inicial
    Señor, líbrame del deseo de entenderlo todo. Que no me aferre a explicaciones humanas, sino a tu gloria. Dame un corazón que te busque más que respuestas, y fe para creer que mi dolor puede convertirse en testimonio. Enséñame a confiar y alabarte aun antes de la sanidad. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Esto sucedió para que la obra de Dios se manifestara en su vida». (Juan 9:3)

    Reflexión
    El ciego de nacimiento no fue quien buscó a Jesús; fue Jesús quien se acercó a él. Y antes de obrar el milagro, dejó claro el propósito: esa enfermedad no estaba ligada al pecado ni a la culpa, sino que existía para que se revelara la gloria de Dios.

    Es el único caso donde Jesús explica la causa del sufrimiento. No habló de herencia ni de castigo, sino de propósito.

    Cuántas veces gastamos fuerzas buscando explicaciones: ¿por qué ocurrió? ¿qué hice mal? ¿de dónde vino este problema? Sin embargo, la Palabra nos muestra que lo importante no es la causa, sino lo que Dios puede hacer a través de ella.

    Aunque la enfermedad no venga de Dios, la sanidad puede glorificarlo. El foco no está en el origen del dolor, sino en el destino que Dios quiere darle.

    Si hasta hoy te has quejado, murmurado o buscado razones, cambia de dirección. Deja de mirar al pasado y levanta la mirada a Dios. Agradece, confiesa fe y permite que tu boca declare no la enfermedad, sino la gloria que se manifestará en tu vida.

    Principio espiritual
    No murmures ni te aferres a justificaciones. Mira la gloria de Dios.

    Versículo final
    «Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén». (Romanos 11:36)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿He buscado más explicaciones que transformación?
    2. ¿Mi actitud ha sido de gratitud o de lamento?
    3. ¿Qué necesito cambiar en mi manera de enfrentar el dolor para que se manifieste la gloria de Dios?

  • Capítulo 13: Una fe valiente que no se detiene

    Oración inicial
    Señor, dame una fe valiente, que no se intimide ante las limitaciones ni se calle frente a las dificultades. Que yo sepa quién eres y lo proclame con audacia. Enséñame a buscarte con todo lo que tengo, aunque me falte algo. Que mi fe te honre y me lleve a seguirte todos los días. Amén.

    Pasaje bíblico
    «¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!». (Mateo 20:30)

    Reflexión
    Dos ciegos estaban al borde del camino, fuera de la ciudad, cuando Jesús pasaba por Jericó. A pesar de no ver, reconocieron quién era Él y clamaron con fe.

    A diferencia de otros relatos, Jesús no tuvo que preguntarles si creían. El grito «Hijo de David» era ya una confesión de fe. Ellos sabían quién era Jesús y creían en su poder. Su fe no fue silenciosa, sino pública, firme y valiente.

    La fe que sana no se esconde: clama, insiste, reconoce. Aunque no ve, sabe escuchar, confesar y caminar hacia la dirección correcta. Estos hombres usaron lo que tenían —la voz, los oídos, los pies— para acercarse a Jesús.

    Después de recibir la sanidad, no volvieron al mismo lugar. La fe los llevó a seguirlo. Porque la verdadera fe no termina en el milagro: comienza en él y se profundiza en el seguimiento de Cristo.

    Principio espiritual
    Nunca dejes de caminar hacia Cristo.

    Versículo final
    «Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús». (Filipenses 3:13-14)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿Mi fe ha sido tímida o valiente?
    2. ¿He usado lo que tengo, aunque sea poco, para acercarme a Jesús?
    3. ¿Qué me ha impedido seguir adelante con Cristo, incluso después de recibir algo de Él?