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  • Capítulo 5. Sin miedo de partir

    Jehová es mi pastor; nada me faltará.
    En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.
    Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
    Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

    — Salmo 23:1-4 (RVR1960)

    Ella hubiera preferido no estar en aquella situación, pero no tenía alternativa debido a la fragilidad de su salud. Renata tenía poco más de treinta años, pero el cáncer había invadido su cuerpo con metástasis y los tratamientos ya no surtían efecto. Las fuerzas se agotaban, pero su fe permanecía firme.

    Era paciente en la unidad de Cuidados Paliativos del hospital. Sabía que le quedaba poco tiempo de vida, y lo que más le dolía no era el sufrimiento físico, sino la idea de dejar a sus dos pequeñas hijas, de siete y nueve años. Sin embargo, Renata tenía un secreto que le daba fuerzas para enfrentar su realidad: desde hacía años cultivaba una relación profunda con Dios, quien le daba sentido y esperanza.

    Cada mañana, cuando el equipo médico hacía su ronda, Renata los recibía con una sonrisa serena y decía: “He estado orando por ustedes todos los días.” Aquella paz inexplicable que irradiaba conmovía a todos. Ella conocía a Jesús como su Salvador, Amigo y Señor, y ese amor la sostenía incluso ante la sombra de la muerte. Su fe dejó una huella profunda: una de las médicas, al salir de la habitación, dijo entre lágrimas: “¡Este es el Dios que necesito conocer!”

    Dios quiere hablar contigo

    “Muerte” es una palabra que evitamos pronunciar. Creemos que, si no hablamos de ella, quizás podamos evitarla. Pero la verdad es que todos moriremos. Algunos después de una larga vida, otros antes de lo esperado. No hay ser humano que no deba enfrentar ese momento.

    Ezequías, rey de Judá, también pasó por esta experiencia. Enfermo y al borde de la muerte, clamó al Señor con angustia:

    Yo dije: A la mitad de mis días iré a las puertas del Seol; privado soy del resto de mis años.
    Dije: No veré a JAH, a JAH en la tierra de los vivientes; ya no veré más hombre con los moradores del mundo.
    Mi morada ha sido movida y traspasada de mí como tienda de pastor; como tejedor corté mi vida; me cortará con la enfermedad; me consumirás entre el día y la noche.

    — Isaías 38:10-12 (RVR1960)

    Muchos temen la muerte porque no saben dónde pasarán la eternidad. Pero Dios nos dio una esperanza firme en Su Hijo, Jesucristo. Él murió en la cruz en nuestro lugar, pagando por nuestros pecados, para reconciliarnos con Dios.

    Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
    Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
    Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
    Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.

    — Romanos 5:8-11 (RVR1960)

    Jesús mismo prometió vida eterna a todo el que cree en Él:

    Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

    — Juan 3:16 (RVR1960)

    Y el apóstol Juan afirmó con certeza:

    Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.
    El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
    Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.

    — 1 Juan 5:11-13 (RVR1960)

    Muchas personas creen que las buenas obras bastan para alcanzar el cielo, pero la Biblia enseña que la salvación no se gana: es un regalo que se recibe por la fe en Cristo. Él es el único camino hacia el Padre y la fuente de vida eterna.

    Puedes hablar con Dios

    Dios, gracias porque puedo llamarte mi Padre.
    Sé que, al arrepentirme de mis pecados y creer en Jesús como mi Salvador, me has perdonado y hecho parte de Tu familia.

    Ya no tengo miedo de la muerte, porque sé que, al dejar este cuerpo, estaré contigo en el cielo, donde no hay dolor ni lágrimas.
    Dame la paz y la alegría de vivir cada día sabiendo que Tú estás conmigo, y la esperanza de descansar en Tus brazos cuando llegue el momento de partir.

    En el nombre de Jesús, amén.

  • Capítulo 4. Nada puede impedirme

    Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.
    Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?
    Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.

    — Éxodo 4:10-12 (RVR1960)

    Quienes conocieron a don Calvino en su trabajo como carpintero jamás imaginaron que pudiera atreverse a hablar en público, debido a su tartamudez. Era difícil mantener una conversación con él sin sentir la tentación de completar sus frases, porque le costaba expresarse.

    Ya era un hombre mayor cuando comenzó a dirigir aquella pequeña congregación. Tocaba el violín, dirigía el coro, organizaba las reuniones de oración, visitaba enfermos, aconsejaba, administraba las finanzas de la iglesia y además predicaba. Lo sorprendente era que, al predicar, ¡ni una sola vez tartamudeaba!

    Su mensaje era sencillo pero profundo, lleno de sabiduría y de vida. La experiencia acumulada durante años de caminar con Dios lo hacía un maestro atento y confiable. Su testimonio era respaldado por una familia amorosa, hijos y nietos comprometidos con el Señor.

    Su dificultad al hablar nunca fue un obstáculo para servir a Dios ni a las personas. Con ternura y dedicación, creaba un ambiente de acogida y amor donde todos se sentían valorados.

    Dios sabe por qué tenemos ciertas limitaciones, pero cuando nos ponemos en Sus manos, Él las usa para manifestar Su poder y Su gloria.

    🌿 Dios quiere hablar contigo

    Moisés nació en Egipto en un tiempo de gran opresión. El faraón, temeroso del crecimiento del pueblo hebreo, había ordenado matar a todos los niños varones. Sin embargo, Dios tenía un plan. Moisés fue salvado y adoptado por la hija del faraón, creciendo en el palacio como un príncipe.

    Ya adulto, al ver a un egipcio maltratando a un israelita, reaccionó violentamente y tuvo que huir al desierto para salvar su vida. Allí, en soledad y anonimato, Dios comenzó a prepararlo para una misión que cambiaría la historia.

    Cuando el Señor lo llamó para liberar a Su pueblo, Moisés presentó excusas: se consideraba incapaz, débil y con un problema de habla. Pero Dios no aceptó sus excusas, sino que le dio los medios y la ayuda que necesitaba. Le envió a su hermano Aarón para ser su portavoz, y juntos enfrentaron al faraón y condujeron al pueblo hacia la libertad.

    En el camino, Moisés vio el poder y la fidelidad de Dios de una forma que pocos han experimentado. Después de atravesar el mar y contemplar la derrota de los egipcios, pudo cantar con gozo:

    Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete.
    Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré.
    ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?
    Jehová reinará eternamente y para siempre.

    — Éxodo 15:1-2,11,18 (RVR1960)

    Moisés aprendió que las debilidades no son excusas, sino oportunidades para experimentar el poder de Dios. Lo mismo ocurre contigo: lo que parece una limitación puede convertirse en el canal de Su gracia y de Su fuerza.

    🙏 Puedes hablar con Dios

    Padre, reconozco que muchas veces he usado mis limitaciones, mis debilidades o mi edad como excusa para no servirte.
    Perdóname por haberme acomodado y por esperar que otros hagan lo que Tú me has pedido a mí.

    Ayúdame a recordar que no soy víctima de las circunstancias ni de mis defectos. Enséñame a confiar en Ti como mi Señor y fortaleza.
    Muéstrame cómo quieres usarme hoy, para Tu gloria y para que otros conozcan Tu amor a través de mi vida.

    En el nombre de Jesús, amén.

  • Capítulo 3. ¡Yo quería tener ojos azules!

    Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.
    Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.
    Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos;
    llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.

    — 2 Corintios 4:5,7-10 (RVR1960)

    Todos en su familia tenían los ojos azules, excepto Amy Carmichael. Ella tenía los ojos castaños, y muchas veces le pidió a Dios que cambiara su color. Pero Él nunca respondió a esa oración. También sufría una enfermedad nerviosa que la debilitaba y la obligaba a permanecer en cama por semanas. Aun así, Dios parecía guardar silencio.

    Parecía destinada a una vida limitada y sin propósito, hasta que un día comprendió una verdad: “Un NO también es una respuesta de Dios.”
    Amy sabía que el Señor la había llamado a ser misionera en la India. Con el tiempo entendió que, gracias a sus ojos castaños, podía parecerse a las mujeres indias. Se vestía como ellas, oscurecía su piel con café y, disfrazada, podía entrar a lugares donde se vendían niñas para la prostitución o el trabajo forzado. Allí las rescataba y las llevaba a un lugar seguro.

    Así nació la Misión Dohnavur Fellowship, un refugio que fue hogar, escuela y hospital para cientos de niños.
    Aun cuando el dolor la obligó a permanecer postrada durante años, Amy continuó orando, aconsejando y escribiendo. Miles fueron tocados por su fe. Su vida fue una ofrenda constante.

    Dios quiere hablar contigo

    Pablo también había sido alguien importante. Su nombre original era Saulo, y fue instruido a los pies del sabio Gamaliel. Lleno de celo religioso, perseguía con fervor a los cristianos. Pero un día, en el camino a Damasco, fue derribado por la presencia de Jesús, y su vida cambió por completo.

    Desde entonces aprendió lo que significaba andar con Dios cada día, y descubrió el privilegio de sufrir por Su nombre.
    Lo que antes consideraba motivo de orgullo perdió valor, y su única meta pasó a ser reflejar a Cristo.
    Sin embargo, también tuvo que aprender a depender de Dios en su debilidad.

    Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera.
    Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí; y me ha dicho:
    Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
    Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

    — 2 Corintios 12:7-9 (RVR1960)

    Dios nunca se equivoca. Tiene un plan perfecto para y a través de nuestras vidas, aunque a veces no responda como esperamos.
    Él sabe por qué permite ciertas cosas y usa incluso nuestras limitaciones para su gloria.

    Dios también quiere usar tu vida. No importa cuántos años tengas ni cuántas debilidades enfrentes.
    Cuando te entregas completamente a Él, siempre hay algo valioso y eterno que puedes hacer. ¡Pruébalo!

    Puedes hablar con Dios

    Padre, a veces olvido que soy un vaso frágil, hecho por tus manos con propósito.
    Tu intención nunca fue que viviera confiando en mí mismo, sino que aprendiera a depender totalmente de Ti.

    Enséñame a confiar en Tu poder y a rendir mi voluntad a la Tuya.
    Transforma mi corazón cada día, para que refleje la imagen de Tu Hijo Jesús.
    Hazme un testimonio vivo de Tu amor y Tu luz, y úsame para atraer a otros hacia Ti.

    En el nombre de Jesús, amén.

  • Capítulo 2. Puertas siempre abiertas

    “Oídme, oh casa de Jacob, y todo el resto de la casa de Israel, los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz. Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré.”
    Isaías 46:3-4 (RVR1960)

    En el Hogar de Ancianos, la puerta del cuarto de doña Rita estaba siempre abierta. Un pequeño cartel colgado en la pared decía: “¡Bienvenido!” Aunque estaba confinada a su cama, su sonrisa amable y una mecedora junto a la ventana invitaban a cualquiera a entrar, conversar, compartir historias o pedir un consejo.

    ¿Cuál era el secreto de aquella mujer enferma pero tan llena de vida? A los ochenta y seis años, doña Rita —ya muy dependiente y sola— había tenido que dejar su casa, donar la mayor parte de sus pertenencias y aceptar su ingreso al Hogar de Ancianos. La ira, la amargura y la tristeza deformaban su rostro y alejaban a todos. Nadie encontraba alegría en acercarse a ella; sus palabras eran duras, llenas de resentimiento.

    Pero su situación no mejoraba. Doña Rita se sentía cada vez más sola, hasta que finalmente decidió rendirse. Buscó a Dios en oración, confesó su amargura y le pidió que dirigiera su vida, devolviéndole la paz y la alegría.

    Dios respondió, aquietando su corazón y mostrándole todo lo que aún podía hacer, incluso desde su cama. Poco a poco, su sonrisa regresó, su semblante se suavizó, y la gente comenzó a buscarla otra vez. Hoy, doña Rita tiene un secreto para compartir: en Dios encontró paz y propósito para vivir. Está lista para servir, aconsejar y compartir el amor de Dios que transformó su vida.

    🌿 Dios quiere hablar contigo

    La fidelidad de Dios no depende de la nuestra. Muchas veces fallamos, pecamos, erramos el rumbo o nos rebelamos contra Él cuando las cosas no salen como esperábamos. Entonces lo culpamos, nos cerramos en nuestra concha y nos volvemos amargados. Nadie nos soporta. Todos se alejan.

    El pueblo de Israel también se alejó de su Amado. Aunque había sido escogido, alimentado y protegido por el Señor, eligió rebelarse. Y aunque Dios permitió que sufrieran las consecuencias de sus decisiones, en su amor fiel les prometió no abandonarlos jamás:

    “Oídme, oh casa de Jacob, y todo el resto de la casa de Israel, los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz. Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré.”
    Isaías 46:3-4 (RVR1960)

    Por causa de nuestro pecado, estamos separados de Dios; pero Él nos amó tanto que vino a nuestro encuentro en la persona de su Hijo, Jesucristo. Cuando nos arrepentimos y creemos en Él —quien murió en la cruz en nuestro lugar—, Dios nos extiende esta misma promesa, asegurándonos en sus manos amorosas y transformándonos en testigos de su misericordia y gracia.

    “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.”
    Hebreos 12:5-6 (RVR1960)

    “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
    1 Juan 1:9 (RVR1960)

    “Renovaos en el espíritu de vuestra mente… Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo… Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes… Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó en Cristo.”
    Efesios 4:23,26,29,31-32 (RVR1960)

    🙏 Puedes hablar con Dios

    Señor, reconozco tu amor y fidelidad hacia mi vida. Aunque me haya alejado, tú no me has abandonado ni te has olvidado de mí.

    Hoy me arrepiento y confieso mis pecados delante de ti. Transforma mi corazón y haz de mí un vaso útil en tus manos. Quiero vivir para compartir con otros la paz y la alegría que has puesto en mi interior, llevando tu gozo a quienes me rodean.

    En el nombre de Jesús, amén.

  • Capítulo 1. ¡Aún tengo mucho por hacer!

    Cuando Josué ya era viejo, entrado en años, Jehová le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer. Josué 13:1

    Eran las seis de la mañana y doña Beck ya estaba en pie. Había trabajado hasta pasada la medianoche preparando el material para las clases del día siguiente.
    Esa era su rutina desde hacía más de cincuenta años. Enfermera y misionera, había dejado su país siendo aún joven para ir a África a cuidar de los niños, los enfermos, los heridos de guerra y los mutilados. Daba cursos para preparar a laicos como agentes de salud en los hogares, caminando horas bajo el sol ardiente por caminos polvorientos. Su labor trajo gran alivio a los afligidos en un país donde había un médico por cada trece mil personas.

    Curiosa, un día le pregunté:

    —Doña Beck, usted tiene setenta y cuatro años. ¿Ha pensado alguna vez en dejar de trabajar, jubilarse de verdad y descansar?

    Con una mirada pícara, me respondió:

    —Mi abuela murió a los noventa y cuatro años. Mi madre, a los noventa. Si me jubilo ahora, ¿qué voy a hacer durante los próximos veinte años?

    Y siguió trabajando, porque aún había mucho por hacer.

    Dios quiere hablar contigo

    El espejo revela las marcas de la edad: líneas de expresión, cabellos blancos, algunas arrugas aquí y allá. Las articulaciones duelen, los pasos se vuelven más lentos, y la mente a veces se distrae, olvidando nombres o hechos recientes.

    Pero cuando caminamos con el Señor, nos volvemos más ricos en experiencias y sabiduría. Sabemos cómo hacer las cosas con mayor eficacia. La experiencia se vuelve nuestra aliada, la sabiduría nos impulsa hacia adelante, y el tiempo pasado se transforma en compañero que nos ayuda a alcanzar metas aún más altas.

    Así era Josué. Llamado por Dios, continuó la obra de su antecesor Moisés, recibiendo la misma promesa que había guiado al pueblo fuera de Egipto hacia la Tierra Prometida.

    El Dios del Antiguo Testamento es el mismo Dios de hoy. La edad avanzada no significa el fin del camino. Caminar con Dios significa que Él sigue usándonos con los dones, talentos y experiencias que nos ha dado, para la gloria de Su nombre, para bendecir a muchos, para dejar un legado firme a nuestros hijos y nietos, y para marcar una diferencia en nuestra cultura y en la vida de quienes nos rodean.

    Permite que, al atardecer de tu vida, el brillo del amor y el carácter de Cristo se reflejen en ti, de modo que muchos puedan conocer una vida nueva y abundante a través de tu testimonio.

    Cantaré eternamente las misericordias de Jehová; Con mi boca haré notoria tu fidelidad de generación en generación. Porque dije: Para siempre será edificada misericordia; En los cielos mismos afirmarás tu fidelidad. Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; Misericordia y verdad van delante de tu rostro. Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; Andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro. Salmo 89:1-2,14-15

    Puedes hablar con Dios

    Señor, a veces la debilidad y el peso de los años me abruman. El dolor en el cuerpo, las limitaciones, el miedo a depender de otros o convertirme en una carga, la sensación de inutilidad.

    Despierto en la noche con ansiedad y temor por el mañana, con ganas de rendirme.

    Ayúdame a recordar que, para Ti, la edad no es sinónimo de inutilidad, sino de sabiduría acumulada, de capacidad para aconsejar y animar a los más jóvenes en su camino.

    Todo esto es posible cuando camino contigo cada día, leyendo y viviendo Tu Palabra.

    Así como usaste a Josué en su vejez, te pido que también me uses a mí, cada día de mi vida.

    En el nombre de Jesús, amén.

  • Capítulo 0: Prefacio

    Todos estamos envejeciendo, pero envejecer no es fácil.

    Si no tenemos una relación profunda con el Señor, pueden surgir heridas ocultas, culpas, miedos, amarguras y resentimientos que harán de nuestros días tiempos de profunda infelicidad.

    Preparamos este libro para ti, para que sepas que Dios te ama y desea tener contigo una amistad tan hermosa que te llene de esperanza, alegría, paz y calidad de vida cada día.

    Él quiere que el sinónimo de envejecimiento sea bendición, legado, esperanza y paz.

    La Palabra de Dios —la Biblia— nos enseña a vivir bien y felices en cada etapa de la vida, bajo la dirección y la compañía de nuestro Señor.

    Estamos vivos porque Él nos ha sostenido un día más.

    Y Él mismo nos enseñará cómo enfrentar y vencer las adversidades que aún están por venir.

  • Capítulo 11: Conclusión

    Al entrar en la habitación de Juan aquella mañana, me sorprendió verlo tan alegre. Miré a mi alrededor: todo seguía igual que el día anterior. Nada había cambiado… pero algo había pasado.

    Con una sonrisa me dijo:

    —¿Viste qué maravilla? ¡Hoy la enfermera pudo poner el suero en el mismo lugar del brazo, sin tener que pincharme otra vez!

    A veces olvidamos valorar las pequeñas cosas. Esperamos grandes milagros o noticias espectaculares para agradecer a Dios, pero Él también nos habla en los detalles del día a día.

    Si hoy abriste los ojos, fue porque el Señor te sostuvo durante la noche y te regaló un día más de vida. Ese simple hecho ya es un milagro. Dios escuchó el clamor de tu corazón, incluso antes de que tus labios pronunciaran palabra, y respondió con amor.

    La eficacia de los medicamentos, la atención médica, la compañía de tu familia y amigos… todo eso son expresiones del cuidado de Dios.

    La paz que ahora puedes sentir no viene de las circunstancias, sino del amor del Señor, que te envuelve y te hace descansar en sus brazos. Aunque muchas veces no lo notaste, Él estuvo contigo en cada paso, librándote del peligro, levantándote cuando caías, consolándote en la tristeza y renovando tus fuerzas cuando pensabas rendirte.

    Cuando tu corazón se llene de gratitud —por lo grande y también por lo pequeño—, notarás cómo cambia tu ánimo. Abre los ojos del alma y da gracias a Dios, y también a quienes han estado cerca de ti, por el hermoso regalo del cuidado y el amor manifestado en gestos sencillos.

    “Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros;
    estaremos alegres.”

    Salmo 126:3 

    “Alabad a Jehová, porque él es bueno;
    porque para siempre es su misericordia.
    Desde la angustia invoqué a JAH,
    y me respondió JAH, poniéndome en lugar espacioso.
    Jehová está conmigo; no temeré
    lo que me pueda hacer el hombre.”

    Salmo 118:1, 5–6 

     

  • Capítulo 10: ¿Has experimentado a Dios?

    Salmo 34:8a 

    Gustad, y ved que es bueno Jehová.

    Salmo 37:5–6, 18–19, 23–25, 39 

     Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará.
    Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía.

    Conoce Jehová los días de los perfectos,
    y la heredad de ellos será para siempre.
    No serán avergonzados en el mal tiempo,
    y en los días de hambre serán saciados.

    Por Jehová son ordenados los pasos del hombre,
    y él aprueba su camino.
    Cuando el hombre cayere, no quedará postrado,
    porque Jehová sostiene su mano.
    Joven fui, y he envejecido,
    y no he visto justo desamparado,
    ni su descendencia que mendigue pan.

    Pero la salvación de los justos es de Jehová,
    y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia.

    Como un niño, necesitas probar.

    De niños, a veces rechazábamos la comida sin probarla. “¡Pruébala y verás que es buena!”, insistía mamá. Con Dios pasa algo similar: vivimos lejos, convencidos de que podemos solos, hasta que el desierto nos muestra nuestra necesidad.

    No temas acercarte. Dios no te recibe con reproches, sino con gracia. Prueba y verás que Él es bueno. Encomienda a Jehová tu camino: Él sostiene tu mano, suple en el día malo y no desampara al justo.

    Oración

    Dios, vengo con humildad. Encomiendo a ti mi camino y confío en tu bondad. Sostén mi vida y guíame paso a paso. En el Nombre de Jesús, Amén.

  • Capítulo 9: La ansiedad me está dominando

    Salmo 69:1–3, 13, 15–16 

    Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma.
    Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie;
    he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
    Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido;
    han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.

    Pero yo a ti oraba, oh Jehová, al tiempo de tu buena voluntad;
    oh Dios, por la abundancia de tu misericordia, por la verdad de tu salvación, escúchame.
    No me anegue la corriente de las aguas,
    ni me trague el abismo,
    ni el pozo cierre sobre mí su boca.
    Respóndeme, Jehová, porque benigna es tu misericordia;
    mírame conforme a la multitud de tus piedades.

    No temas al futuro, porque Dios ya está allí

    La ansiedad nos encierra en un torbellino de “¿y si…?”. Tememos ser carga, tememos el mañana. Alguien dijo que sufrimos de dos males: fe pequeña (porque conocemos poco el carácter de Dios) y memoria corta (porque olvidamos sus obras pasadas).

    Dios es soberano: cumple lo que promete y no abandona a sus hijos. Va delante de nosotros. Aquello que para ti es incierto, para Él está bajo control. No temas el futuro: Dios ya está allí.

    Oración

    Dios, gracias porque cuando estoy afligido y preocupado, tú me consuelas y alegras mi alma (Salmo 94:19). Descanso en tu fidelidad. En el Nombre de Jesús, Amén.

  • Capítulo 8: El desánimo me aplasta

    Salmo 42:3, 5a, 6–7a

    Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,
    mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
    ¿Por qué te abates, oh alma mía,
    y te turbas dentro de mí?
    Dios mío, mi alma está abatida en mí;
    me acordaré, por tanto, de ti…
    Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas…

    Salmo 10:1, 14 

    ¿Por qué estás lejos, oh Jehová,
    y te escondes en el tiempo de la tribulación?
    Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación,
    para dar la recompensa con tu mano;
    a ti se acoge el desvalido;
    tú eres el amparo del huérfano.

    El Señor me lleva en su regazo

    Ayer estabas mejor; hoy, sin fuerzas. Así somos: nuestras emociones suben y bajan. No eres el único; grandes hombres de Dios pasaron por lo mismo. La Biblia pone palabras a ese abatimiento y, al mismo tiempo, nos enseña a recordar: “me acordaré de ti”.

    No temas confesar tu debilidad ante Dios. Él te conoce, no se decepciona de ti. No te pide que siempre seas fuerte; te invita a entregarle tu corazón tal como está. Hoy Él quiere compartir su fuerza contigo.

    Oración

    Padre, hoy me siento en ruinas. Traigo a ti mis quejas y mis problemas; cuando me rindo, tú sabes lo que debo hacer. Levántame con tu fuerza. En el Nombre de Jesús, Amén.