El ánimo del hombre soportará su enfermedad; mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?
— Proverbios 18:14 (RVR1960)
Hay días en que todo parece un sueño oscuro. El tratamiento se vuelve largo, las fuerzas disminuyen y el desánimo amenaza con instalarse. Surgen pensamientos de rendirse, de dejar que todo siga su curso. Sin embargo, la esperanza no es ingenuidad: es una decisión que mueve el corazón y, con él, también el cuerpo.
Numerosos testimonios (y la experiencia cotidiana de quienes acompañan a pacientes) muestran que quienes mantienen viva la esperanza afrontan mejor los tratamientos y transitan el proceso con mayor fortaleza interior. La Escritura lo dijo hace siglos:
El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos.
— Proverbios 17:22 (RVR1960)
Elegir vivir no es negar el dolor ni repetir frases vacías. Es mirar a Dios y decir: “No puedo solo; camina conmigo”. La fe no es un talismán: es la confianza en el Dios vivo que sostiene y guía paso a paso. Con Él, cada día tiene sentido, incluso en medio del valle.
Dios quiere hablar contigo
Cuando el miedo aprieta el pecho y el futuro parece una noche interminable, Dios nos invita a clamar y a refugiarnos en Él. El salmista lo expresó con honestidad:
Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
— Salmo 69:1-2 (RVR1960)
La respuesta de la fe no siempre elimina la tormenta de inmediato, pero cambia nuestra postura en medio de ella:
En el día que temo, yo en ti confío.
— Salmo 56:3 (RVR1960)
Hoy puedes decidir: rendirte al desánimo o levantar la mirada al Señor. Elegir la vida no es solo una consigna; es un camino diario de dependencia y confianza.
Puedes hablar con Dios
Señor, hoy confieso mi miedo y mi cansancio. A veces me siento sin fuerzas para continuar, pero elijo confiar en ti. Sostén mi ánimo, fortalece mi fe y renueva mi esperanza.
Enséñame a vivir un día a la vez, a no adelantarme al mañana y a descansar en tu cuidado. Que tu paz guarde mi mente y tu palabra alumbre mis pasos. Te entrego mi tratamiento, mis decisiones y a mi familia.
En el nombre de Jesús, amén.