Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?
Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.— Juan 9:2-3 (RVR1960)
Cuando el dolor llega, una de las primeras preguntas que hacemos es:
“¿Por qué me pasa esto?”
Queremos entender las causas del sufrimiento, como si descubrirlas aliviara la carga. Pero hay misterios que no tienen explicación inmediata, porque Dios está obrando en un nivel que va más allá de nuestra comprensión.
La Biblia nos enseña que el sufrimiento puede tener distintas fuentes.
A veces no lo entendemos todo, pero sí podemos confiar en el propósito de Dios en medio de él.
1. A veces, Dios permite la adversidad para revelar su gloria.
Jesús explicó que el hombre ciego de nacimiento no estaba así por culpa propia ni de sus padres, sino para que las obras de Dios se manifestaran en su vida.
A través de su sanidad, muchos conocieron el poder y la compasión del Señor.
2. A veces, el sufrimiento es consecuencia de nuestras propias decisiones.
Hay enfermedades y heridas que provienen de malas elecciones: descuidar el cuerpo, abusar de sustancias, vivir bajo estrés, guardar amargura o falta de perdón.
Dios no nos castiga arbitrariamente; simplemente cosechamos lo que hemos sembrado.
Pero incluso entonces, su gracia puede restaurar y transformar el daño.
3. A veces, el enemigo actúa, pero siempre bajo el control de Dios.
Satanás puede causar aflicción, como en la historia de Job, pero nunca fuera de los límites que Dios permite.
Nada escapa a Su autoridad, y aun cuando el enemigo hiere, el Señor usa ese mismo proceso para fortalecernos y mostrar su poder.
4. Y muchas veces, sufrimos por vivir en un mundo caído.
Vivimos en un planeta marcado por la corrupción, el pecado y la fragilidad.
La enfermedad, el dolor y la muerte son consecuencias de esa condición humana.
Sin embargo, aun en este mundo roto, el amor de Dios brilla y sostiene a quienes confían en Él.
Dios quiere hablar contigo
Cuando no entiendas por qué sufres, recuerda que no estás solo.
Dios no te ha abandonado ni se ha vuelto indiferente.
Él promete estar contigo en medio del dolor y convertir tus lágrimas en testimonio de Su fidelidad.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
— Romanos 8:28 (RVR1960)
El sufrimiento no tiene la última palabra.
Dios puede usar incluso lo más difícil para moldear tu carácter, fortalecer tu fe y acercarte más a Él.
Puedes hablar con Dios
Padre, reconozco que no siempre entiendo las razones de mi dolor.
A veces te pregunto por qué, y el silencio me desconcierta.
Pero hoy decido confiar en ti, aunque no tenga todas las respuestas.
Muéstrame lo que quieres enseñarme a través de esta situación.
Purifica mi corazón, fortalece mi fe y usa mi vida para manifestar tus obras.
Ayúdame a recordar que todo lo que permites tiene un propósito bueno y eterno.
En el nombre de Jesús, amén.