Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Gálatas 6:2
La vida puede sentirse abrumadora. Nuestros días se llenan de responsabilidades: fechas límite en el trabajo, actividades de los niños, necesidades familiares, enfermedades inesperadas, reparaciones del automóvil e incluso nuestros propios problemas de salud. Ninguno de estos es en sí mismo negativo, pero juntos pueden agotarnos y estirarnos más allá de nuestros límites.
Entonces, ¿por qué insistimos en cargarlo todo solos? Tal vez pensamos que ser un “buen cristiano” significa manejarlo todo sin ayuda. Tal vez sea orgullo, miedo al rechazo o la creencia de que pedir ayuda nos hace irresponsables, poco espirituales o débiles. Sin embargo, las Escrituras nos recuerdan que no estamos diseñados para vivir con nuestras fuerzas limitadas, sino para depender de Dios y de Su familia.
Pedir ayuda no es debilidad; es fortaleza. Requiere humildad y confianza, tanto en Dios como en los demás. Nuestro Padre es Jehová-Jireh, el Señor que provee, listo para satisfacer nuestras necesidades incluso antes de que las pidamos (Isaías 65:24). Además, Él nos coloca dentro de Su familia para que podamos cuidarnos unos a otros, atendiendo las necesidades de quienes nos rodean (Filipenses 2:4).
Nunca fuiste creado para caminar solo. Compartir tus cargas honra la Palabra de Dios y permite que Su fuerza y amor fluyan a través de otros hacia tu vida. Así, la obediencia a Su diseño se convierte en una bendición no solo para ti, sino también para quienes te acompañan.
Señor, perdóname por intentar llevar todas mis cargas solo. Enséñame a humillarme, a pedir Tu ayuda y a permitir que otros me acompañen en mis luchas. Recuérdame que buscar apoyo no es debilidad, sino obediencia a Tu plan y confianza en Tu provisión. Rodéame de personas que reflejen Tu amor y hazme dispuesto a compartir sus cargas también. Gracias por ser mi Proveedor, Sustentador y guía. En el nombre de Jesús, Amén.