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  • Capitulo 11. Cuando no tenemos palabras.

    En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad. Isaías 63:9

    Para quienes nunca han sentido la depresión, puede ser difícil comprender lo que significa estar atrapado en la debilidad y la soledad. A veces, incluso los mejores amigos y seres queridos no logran penetrar la barrera invisible que la depresión construye, y sus palabras parecen rebotar, dejándonos más aislados e incomprendidos.

    La depresión a menudo nos hace creer que nadie ve nuestro dolor. A diferencia de las heridas físicas, este sufrimiento es invisible, y a veces ni nosotros mismos podemos expresarlo con palabras. Esa incapacidad de comunicar lo que sentimos profundiza el aislamiento, como si no hubiera a dónde acudir.

    Pero Dios sí entiende. Él ve cada lágrima, cada pensamiento y cada gemido que no podemos articular. Romanos 8:26 nos recuerda que cuando nos faltan palabras, el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos que trascienden todo lenguaje. En nuestro silencio, Dios escucha; en nuestra debilidad, Él nos da fuerzas; cuando no podemos sostenernos, nos levanta y nos acompaña paso a paso.

    No estás solo. Incluso en tu silencio y fragilidad, Dios comprende, te sostiene y nunca te abandona.

    Señor, gracias porque conoces mi corazón aun cuando no puedo expresarlo con palabras. Cuando la tristeza y la depresión me hagan sentir incomprendido, recuérdame que Tú ves y te importa profundamente. Gracias por el Espíritu Santo, que intercede cuando no puedo orar. Levántame cuando esté débil, llévame cuando no pueda avanzar y dame fuerza para cada paso. Mi esperanza y descanso están solo en Ti. En el nombre de Jesús, Amén.

  • Capitulo 10. Valorar nuestro cuerpo

    Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. 3 Juan 1:2

    El cuerpo humano es una obra maestra del diseño divino (Salmo 139:13). Cada extremidad, cada órgano, arteria y vena, están perfectamente orquestados para funcionar en armonía. Ningún ingeniero podría replicar la complejidad de la creación de Dios.

    Sin embargo, después de la entrada del pecado, nuestros cuerpos perdieron su ritmo perfecto. La edad, la enfermedad y algunas decisiones de estilo de vida nos recuerdan nuestra fragilidad. Aun así, Dios nos llama a cuidar esta vasija terrenal que nos ha confiado.

    Estar en sintonía con nuestro cuerpo forma parte de la vida abundante que Él desea para nosotros. Aun sin conocimientos médicos, podemos percibir cuándo algo no funciona correctamente: cambios de sueño, apetito o simplemente sensaciones de malestar. Incluso otros pueden advertir señales que nosotros pasamos por alto.

    Valorar nuestro cuerpo como creación de Dios nos permite estar preparados para Su obra. Cuidarnos física, emocional y espiritualmente nos da energía y fuerza para servirle plenamente. La negligencia, en cambio, nos deja agotados, limitando nuestra capacidad de recibir y actuar conforme a Sus bendiciones.

    Señor, gracias por crear mi cuerpo con tanto cuidado y perfección. Ayúdame a estar atento a sus señales y a tratarlo como el templo de Tu Espíritu. Dame sabiduría para tomar decisiones que Te honren mediante descanso, nutrición y equilibrio. Fortaléceme para vivir plenamente y servirte con fidelidad. Que mi cuerpo, mente y alma glorifiquen Tu nombre en todo momento. En el nombre de Jesús, Amén.

  • Capitulo 9. Evitemos el perfeccionismo

    Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:13-14

    Luchar por la excelencia es saludable. Nos esforzamos en la escuela para prepararnos para el futuro, buscamos la excelencia en nuestro trabajo para progresar y, cuando fallamos, aprendemos y seguimos avanzando. Sin embargo, la búsqueda de excelencia puede transformarse silenciosamente en perfeccionismo, llevándonos por un camino poco saludable.

    El perfeccionismo tiene dos caras. Por un lado, nos hace cuidadosos e intencionales; por otro, nos vuelve críticos e implacables con nosotros mismos. Repetimos errores, analizamos cada detalle, nos comparamos con los demás y nos imponemos estándares imposibles. Este ciclo roba nuestra paz, flexibilidad y alegría, llevándonos al desaliento o incluso a la desesperación.

    Pero la verdad de Dios es liberadora: en Su familia, somos aceptados tal como somos, con todos nuestros defectos y limitaciones. Él nunca exige perfección, porque Jesús ya la cumplió en nuestro nombre. En cambio, nos llama a fijar la mirada en Él, el perfecto, y a buscar lo que realmente importa: vivir para Su gloria.

    La meta no es la perfección, sino la excelencia en Su nombre. Cuando fallamos, podemos descansar en Su perdón y restauración, seguros de que Él ya ha cubierto nuestros errores.

    Señor, gracias porque no tengo que ser perfecto para ser amado por Ti. Líbrame de la trampa del perfeccionismo que me hace duro conmigo mismo y ciego a Tu gracia. Ayúdame a buscar la excelencia para Tu gloria, no para mi orgullo. Cuando falle, recuérdame que Jesús ya me ha perdonado y me restaurará. Enséñame a fijar mis ojos en Ti, el único perfecto. En el nombre de Jesús, Amén.

  • Capitulo 8. Bálsamo

    Mas yo restauraré tu salud y sanaré tus heridas. Jeremías 30:17

    Conocemos las reglas básicas para una buena salud física: comer bien, beber agua, descansar y hacer ejercicio. Sin embargo, incluso si las seguimos perfectamente, la enfermedad sigue llegando. Algunos soportan incluso el peso de una enfermedad crónica, que requiere atención continua. Cuando nuestros cuerpos fallan, naturalmente recurrimos a los médicos en busca de ayuda.

    Lo mismo ocurre con la salud mental y emocional. Podemos esforzarnos por lograr el equilibrio, pero aún enfrentamos luchas como la depresión, la ansiedad o el agotamiento. Lamentablemente, algunos creen erróneamente que los desafíos de salud mental son solo problemas espirituales que los médicos no pueden abordar. Pero las Escrituras nos recuerdan lo contrario: los médicos y la medicina son bendiciones de Dios. El Antiguo Testamento muestra a los médicos como siervos (Génesis 50:2), realizando procedimientos por orden de Dios (Génesis 17:10-14). Proverbios 17:22 nos dice que los tratamientos curativos pueden elevar el espíritu, y Jesús mismo afirmó que los enfermos necesitan un médico (Lucas 5:31). Incluso Lucas, uno de los escritores de los Evangelios, era médico (Colosenses 4:14).

    Dios es el Gran Médico. Solo Él sabe cómo el cuerpo, la mente y el alma trabajan juntos. A veces se obra la sanidad de manera milagrosa; otras, a través de médicos, medicamentos o cuidados continuos. Puede que no comprendamos por qué algunos reciben alivio instantáneo mientras otros soportan luchas prolongadas, pero podemos confiar en Su tiempo y Su plan. La curación, ya sea inmediata o gradual, siempre viene de Su mano. Nuestro papel es rendirnos, confiar y permitir que Él trabaje a Su manera.

    Señor, gracias por ser el Gran Médico que sana mi cuerpo, mi mente y mi alma. Ayúdame a confiar en Tu sabiduría, ya sea que la sanidad llegue de manera instantánea, gradual o a través de médicos y medicamentos. Libérame del orgullo o el miedo que me impiden buscar ayuda cuando la necesito. Enséñame a entregarte mis luchas diariamente, creyendo que estás obrando a Tu manera y en Tu tiempo. Fortaléceme con esperanza y paz. En el nombre de Jesús, Amén.

  • Capitulo 7. No Caminas Sólo

    Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga por su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. Eclesiastés 4:9-10

    En un mundo con casi 8 mil millones de personas, puede parecer imposible sentirse verdaderamente solo. Sin embargo, la realidad es que muchos viven desconectados de la comunidad genuina. Las redes sociales pueden dar la ilusión de amistad a través de “me gusta” y “seguidores”, pero esas conexiones rara vez nos sostienen cuando llegan las pruebas reales. Incluso en el trabajo, en los vecindarios o en la iglesia, las relaciones pueden permanecer superficiales a menos que invirtamos intencionalmente en ellas.

    Lamentablemente, muchos cristianos viven como espectadores, entrando y saliendo de la iglesia sin construir relaciones significativas, o saltando entre congregaciones sin comprometerse nunca. Pero cuando llegan las dificultades o comienza la deriva espiritual, no tienen a nadie cerca para ofrecer apoyo, oración o responsabilidad. Se han dejado vulnerables al caminar solos.

    El designio de Dios siempre ha sido que Su pueblo viva en comunidad. La verdadera comunión bíblica requiere bajar la guardia, desarrollar confianza y permitirnos ser conocidos. Aunque puede sentirse incómodo al principio, la bendición es inmensa. En la comunidad, encontramos aliento, responsabilidad, protección y fortaleza. Las Escrituras son claras: funcionamos mejor juntos. Hay seguridad en los números y alegría al caminar junto a los demás.

    Señor, gracias por crearnos para vivir en comunión con los demás. Perdóname por las veces que me he aislado o resistido a la comunidad por miedo u orgullo. Enséñame a invertir en relaciones piadosas en las que pueda dar y recibir aliento. Ayúdame a confiar en los demás, abre mi corazón y camina en unidad con Tu gente. Rodéame de aquellos que fortalezcan mi fe y me acerquen más a Ti. En el nombre de Jesús, Amén.

  • Capitulo 6. Preséntate a Él con honestidad

    “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” 2 Corintios 12:9 

    Vivimos en una cultura que valora la fuerza, el dominio y los logros. La gente se apresura a resaltar los logros y minimizar las luchas. Incluso cuando nos preguntan sobre nuestras debilidades, a menudo las replanteamos de maneras que suenan como fortalezas. Por ejemplo, en una entrevista, alguien podría responder: “Soy perfeccionista”, haciendo que la respuesta parezca admirable en lugar de vulnerable.

    Pero la vida no siempre permite respuestas pulidas. Espiritualmente, muchos de nosotros luchamos en silencio, ofreciendo respuestas superficiales para ocultar nuestras verdaderas batallas. Por ejemplo, cuando se nos pide oración, podemos decir: “Solo ore por paciencia”, en lugar de admitir: “Siento que Dios está en silencio y estoy perdiendo la fe”. Aunque lo último suena crudo y desordenado, es mucho más auténtico, y la autenticidad es donde comienza la curación.

    Dios ya conoce nuestros pensamientos más íntimos, nuestro dolor oculto y nuestros temores más profundos. Él no se sorprende ni se ofende por nuestra debilidad. En cambio, Él nos invita a llevarle nuestro quebrantamiento, porque es en esos mismos lugares de lucha donde se revela Su poder. Nuestras debilidades, cuando nos rendimos, se convierten en plataformas para Su gracia y transformación.

    Cuán liberador es presentarse ante Dios honestamente, con nuestros fracasos, dudas y heridas, y descubrir que Su gracia no solo es suficiente, sino perfecta en nuestra debilidad.

    Señor, gracias por encontrarte conmigo en mi debilidad. Perdóname por las veces que escondo mis luchas detrás de respuestas pulidas. Enséñame a presentarme ante Ti honestamente, con todo mi dolor y dudas, sabiendo que ya ves mi corazón. Llena mi debilidad con Tu fuerza y deja que Tu gracia transforme mi vida. Ayúdame a abrazar la vulnerabilidad, para que el poder de Cristo brille a través de mí. En el nombre de Jesús, Amén.

  • Capitulo 5. Caminando de Su Mano

    Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán; cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Isaías 43:2 

    A veces nos encontramos atrapados en un lugar en el que no queremos estar, sin saber cómo avanzar. Podemos tratar de hacer cambios, buscar soluciones o encontrar un camino mejor; sin embargo, de alguna manera, terminamos de nuevo en la misma situación, sintiéndonos desanimados y derrotados.

    Las luchas, el dolor y las temporadas de necesidad pueden despertar miedo e incertidumbre. Pero Dios nos da la seguridad de Su presencia. Como Salmo 23:4 declara: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.”

    Los niños instintivamente buscan la mano de alguien más fuerte cuando tienen miedo. Ese simple agarre les da coraje para avanzar hacia lo desconocido. De la misma manera, Dios extiende Su mano hacia nosotros en nuestros valles. Él no promete eliminar todos los ríos o incendios, pero sí promete caminar con nosotros a través de ellos. Y cuando sea necesario, Él nos llevará.

    Descansa en esta verdad: el Dios que sostiene tu pasado, presente y futuro también te sostiene a ti. Con Su mano guiándote, puedes soportar cualquier cosa.

    Señor, gracias por prometerme caminar conmigo a través de cada río y cada fuego. Cuando me sienta atascado o desanimado, recuérdame que tome Tu mano. Fortalece mi fe para confiar en que no permitirás que las aguas me aneguen ni que las llamas me consuman. Abrázame fuerte, guía mis pasos y llévame cuando no pueda continuar. Mi pasado, presente y futuro están a salvo en Ti. En el nombre de Jesús, Amén

  • Capitulo 4. Dios en el Valle

    “He aquí, yo estoy contigo y te guardaré dondequiera que vayas, y te traeré de regreso a esta tierra. Porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he prometido.” Génesis 28:15 

    Nada se compara con estar en la cima de una montaña. Desde allí, los cielos parecen infinitos, la tierra irradia color, y los amaneceres o atardeceres dejan sin aliento. Espiritualmente, los momentos de “cima” se sienten igual: estamos en sintonía con Dios, llenos de gratitud y confianza, alabándolo con alegría y disfrutando de Su presencia cercana.

    Pero los valles llegan. La vida nos sorprende con pruebas y emociones difíciles: miedo, tristeza, ansiedad, dudas. De repente, Dios puede parecer distante, aunque nunca se ha ido. Las Escrituras nos recuerdan que Él nunca duerme, nunca pierde detalle y nunca es tomado por sorpresa (Salmo 121:4).

    Entonces, ¿por qué lo alabamos en la cima pero lo cuestionamos en el valle? Tal vez perdemos el enfoque y dejamos de orar, o nos decepcionamos creyendo que un cristiano no debería enfrentar dificultades. A veces simplemente olvidamos las bendiciones ya derramadas en nuestra vida y nos concentramos solo en lo que duele.

    A lo largo de la Biblia, el pueblo de Dios lo alabó en victoria y dudó en medio de la adversidad. Sin embargo, aquellos que recordaban Su presencia incluso en los valles más oscuros encontraron esperanza y fortaleza. La victoria en el valle llega cuando nos reenfocamos, recordamos Sus promesas y nos aferramos a Él, seguros de que Su presencia nunca nos abandona.

    Señor, gracias por ser mi Dios tanto en la cima de la montaña como en el valle profundo. Cuando lleguen las pruebas y las emociones difíciles me abruman, recuérdame que nunca Te has ido. Ayúdame a reenfocarme en Tus promesas, recordar Tu fidelidad pasada y confiar en Tu presencia constante. Enséñame a buscarte en los momentos más bajos, a alabarte en todo y a encontrar fortaleza y victoria en Tu amor. En el nombre de Jesús, Amén.

  • Capitulo 3. ¡No Te Rindas!

    Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza. Romanos 5:3-4

    La enfermedad, en cualquiera de sus formas, es un desafío profundo. La enfermedad prolongada puede sentirse abrumadora, afectando no solo nuestro cuerpo, sino también nuestro espíritu y nuestras relaciones con familiares y amigos. Podemos hacer todo lo que está a nuestro alcance y aun así no ver cambios inmediatos ni respuestas a nuestras oraciones. En esos momentos, surgen preguntas en nuestro corazón: Si Dios es bueno, ¿por qué permites esto? ¿Me escuchas? ¿Respondes? A veces podemos sentirnos olvidados y tentados a abandonar nuestra fe.

    Jesús comprendió esta lucha y nos habló con claridad. La noche antes de Su crucifixión, consoló a Sus discípulos y les advirtió sobre los desafíos que enfrentarían, asegurándoles Su paz. En Juan 16:33 dijo: “En este mundo tendréis aflicción. Pero anímate, yo he vencido al mundo.” Con estas palabras, Jesús reconoció la realidad del sufrimiento y, al mismo tiempo, nos señaló la victoria que ya estaba asegurada en Él.

    Tus pruebas pueden parecer insoportables, y la espera puede tentarte a desesperarte. Sin embargo, a través de la perseverancia, Dios está moldeando tu carácter. De ese carácter surge una esperanza firme, que no depende de las circunstancias sino de Su fidelidad. El desafío no es rendirse, sino confiar en que el Señor ya ha ganado la victoria, incluso en las batallas que hoy parecen más difíciles.

    Señor, cuando la enfermedad y las pruebas pesen sobre mí, ayúdame a no rendirme. Recuérdame que en Ti hay paz y victoria, incluso cuando no entiendo las respuestas. Dame perseverancia para soportar, fe para confiar y esperanza firme que no se tambalee. Fortalece mi carácter en medio de cada dificultad y permite que mi vida refleje Tu poder y Tu fidelidad. Gracias por haber vencido al mundo y asegurar mi victoria en Ti. En el nombre de Jesús, Amén.

  • Capitulo 2. No dudes en buscar ayuda

    Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Gálatas 6:2

    La vida puede sentirse abrumadora. Nuestros días se llenan de responsabilidades: fechas límite en el trabajo, actividades de los niños, necesidades familiares, enfermedades inesperadas, reparaciones del automóvil e incluso nuestros propios problemas de salud. Ninguno de estos es en sí mismo negativo, pero juntos pueden agotarnos y estirarnos más allá de nuestros límites.

    Entonces, ¿por qué insistimos en cargarlo todo solos? Tal vez pensamos que ser un “buen cristiano” significa manejarlo todo sin ayuda. Tal vez sea orgullo, miedo al rechazo o la creencia de que pedir ayuda nos hace irresponsables, poco espirituales o débiles. Sin embargo, las Escrituras nos recuerdan que no estamos diseñados para vivir con nuestras fuerzas limitadas, sino para depender de Dios y de Su familia.

    Pedir ayuda no es debilidad; es fortaleza. Requiere humildad y confianza, tanto en Dios como en los demás. Nuestro Padre es Jehová-Jireh, el Señor que provee, listo para satisfacer nuestras necesidades incluso antes de que las pidamos (Isaías 65:24). Además, Él nos coloca dentro de Su familia para que podamos cuidarnos unos a otros, atendiendo las necesidades de quienes nos rodean (Filipenses 2:4).

    Nunca fuiste creado para caminar solo. Compartir tus cargas honra la Palabra de Dios y permite que Su fuerza y amor fluyan a través de otros hacia tu vida. Así, la obediencia a Su diseño se convierte en una bendición no solo para ti, sino también para quienes te acompañan.

    Señor, perdóname por intentar llevar todas mis cargas solo. Enséñame a humillarme, a pedir Tu ayuda y a permitir que otros me acompañen en mis luchas. Recuérdame que buscar apoyo no es debilidad, sino obediencia a Tu plan y confianza en Tu provisión. Rodéame de personas que reflejen Tu amor y hazme dispuesto a compartir sus cargas también. Gracias por ser mi Proveedor, Sustentador y guía. En el nombre de Jesús, Amén.