Category: Devocionales

  • Capítulo 6: Ver Su Gloria

    Oración inicial
    Señor, si hay en mí alguna raíz de incredulidad, arráncala. Si estoy atado a métodos o costumbres que me alejan de la fe verdadera, libérame. Enséñame a confiar solo en ti. Que mi fe esté en tu poder y no en símbolos, objetos o tradiciones. Quiero ver tu gloria. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Entonces, tomando al ciego de la mano, lo sacó de la aldea…». (Marcos 8:23a)

    Reflexión
    ¿Por qué Jesús sacó al ciego de Betsaida antes de sanarlo? Porque Betsaida no era solo una ciudad, era un ambiente espiritual cargado de incredulidad. En Mateo 11:21, Jesús la reprende duramente: «¡Ay de ti, Betsaida!». A pesar de los milagros que presenciaron, el pueblo se negó a creer.

    Jesús sabía que, para sanar a aquel hombre, primero debía sacarlo del ambiente donde la fe no podía crecer. La incredulidad no solo retrasa, sino que ahoga los milagros.

    Ya fuera de la aldea, Jesús usó saliva en los ojos del ciego. Puede parecernos extraño hoy, pero para esa cultura la saliva de una persona considerada santa tenía valor curativo. Jesús no lo necesitaba, pero utilizó un elemento conocido para generar fe.

    Aún hoy muchos caminan con “muletas espirituales”: amuletos, objetos “ungidos”, rituales específicos. Su fe está más en el método que en el Dios que sana. Jesús, en su misericordia, a veces responde incluso en medio de nuestra inmadurez, pero el principio eterno permanece: no es el método lo que sana, es la fe.

    Los rituales y las fórmulas pueden convertirse en ídolos disfrazados. Y muchos falsos pastores se aprovechan de la fe frágil del pueblo para vender promesas vacías.

    Dios no necesita un escenario perfecto ni objetos sagrados. Necesita un corazón quebrantado y creyente. Su instrucción es simple: cree, y su gloria vendrá.

    Principio espiritual
    Los métodos no sanan; lo que sana es la fe.

    Versículo final
    «Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?». (Juan 11:40)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿He confiado más en el método que en Dios?
    2. ¿Necesito dejar algún ambiente o influencia para vivir la sanidad?
    3. ¿Mi fe está firme en la Palabra o en tradiciones humanas?
  • Capítulo 5: Amor, paciencia y fe

    Oración inicial
    Señor, hoy te pido no solo por mí, sino también por aquellos a quienes amo. Pon sus nombres en mi corazón. Dame valor para orar, fe para creer y sensibilidad para llevar a otros hasta tu toque. Usa mi vida para acercar a las personas a tu sanidad. Y cuando yo sea débil, envía a alguien que me sostenga también. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Llegaron a Betsaida y le trajeron a un ciego, rogándole que lo tocara». (Marcos 8:22)

    Reflexión
    Este ciego de Betsaida era distinto de Bartimeo. No escuchamos su voz, ni un clamor, ni un grito. No pidió la sanidad. De hecho, ni siquiera se movió por sí mismo, sino que otros lo llevaron hasta Jesús. Tal vez amigos, tal vez familiares. Personas que creyeron por él. Eso es intercesión.

    La Biblia dice que le rogaban a Jesús que lo tocara. Insistieron, creyeron, lo llevaron. Y Jesús escuchó, no por la fe del ciego, sino por la fe de quienes lo rodeaban.

    Muchas personas a nuestro alrededor no conocen al Dios que nosotros conocemos. No oran, no esperan, no piden; no por rebeldía, sino por ignorancia o desánimo. Y ahí es donde entramos nosotros. Como hijos de Dios, estamos llamados a sostener a los débiles, consolar a los abatidos y llevar a los heridos a Jesús.

    Esto requiere amor, paciencia, fe y la disposición de ser instrumentos de sanidad en la vida de alguien, incluso si esa persona aún no tiene fuerzas para creer por sí misma.

    Lo mismo sucede dentro de la iglesia. ¿Cuántos hermanos han dejado de orar? ¿Cuántos están heridos, pero en silencio? Dios puede usarte para levantarlos, animarlos e interceder por ellos. Tu oración puede ser el vínculo que reactive la esperanza y abra el camino de la sanidad.

    Jesús quiere sanar. Pero, a veces, alguien necesita ser llevado hasta Él.

    Principio espiritual
    Nos sostenemos unos a otros cuando llevamos nuestros dolores a Jesús.

    Versículo final
    «Os rogamos también, hermanos, que amonestéis a los desordenados, consoléis a los de poco ánimo, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos». (1 Tesalonicenses 5:14)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿A quién conozco que necesita ser llevado a Jesús?
    2. ¿He sido un intercesor por aquellos que han perdido la fe?
    3. ¿He dejado de orar por alguien o por mí mismo?

     

  • Capítulo 4: La recompensa del Señor

    Oración inicial
    Padre, enséñame a amarte más que a nada. Que mi fe crezca, no basada en milagros, sino en quién eres tú. Que mi alegría esté en ti, y no solo en las respuestas que espero. Que mi corazón te busque con sinceridad, y que la sanidad venga como fruto de tu placer en mí. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Y al instante recobró la vista y seguía a Jesús por el camino». (Marcos 10:52b)

    Reflexión
    La historia de Bartimeo no termina en la curación; en realidad, allí comienza. El texto dice que, después de recuperar la vista, siguió a Jesús por el camino. Eso nos muestra que la transformación no ocurrió solo en sus ojos, sino también en su corazón.

    Esta no es solo la historia de un ciego que recobró la vista. Es la historia de un hombre que, aun sin ver, ya percibía lo que muchos nunca pudieron: quién era Jesús.

    La fe de Bartimeo no dependía de condiciones. No dijo: «Si me curas, creeré». Él creyó antes, amó antes, se entregó antes. Por eso su sanidad fue más que un milagro: fue un regalo del cielo.

    A Dios le encanta recompensar a quienes lo buscan con amor y fe genuina. Cuando nuestro deleite está en Dios, y no en lo que Él pueda darnos, la sanidad llega como consecuencia de la intimidad.

    Por eso, ama. Ten sed. Entrégate. No como quien negocia con Dios, sino como quien lo desea plenamente. Cuando el corazón se rinde al Espíritu Santo, la sanidad no se fuerza: se manifiesta como fruto natural del amor.

    La curación nunca es el centro de la fe. El verdadero centro es agradar a Dios con una fe viva que lo busca por quien es.

    Principio espiritual
    La sanidad no es el foco principal, sino una recompensa para quienes buscan a Dios.

    Versículo final
    «Sin fe es imposible agradar a Dios, porque quien se acerca a él necesita creer que existe y que recompensa a quienes lo buscan». (Hebreos 11:6)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿He buscado a Dios por amor o por una respuesta?
    2. ¿Mi fe se mantendría firme incluso sin la curación?
    3. ¿Encuentro verdadero deleite en la presencia de Dios?

     

  • Capítulo 3: El valor para continuar

    Oración inicial
    Jesús, hoy me levanto del borde del camino. Me despojo de la identidad que me ha dado el sufrimiento y tomo la que me ofrece tu amor. Dame valor para caminar como hijo, hablar como hijo y creer como alguien que ha sido visto, llamado y amado por ti. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Llamaron al ciego, diciéndole: “¡Ánimo! Levántate, él te está llamando”». (Marcos 10:49)

    Reflexión
    Cuando Jesús escuchó el clamor de Bartimeo, no lo sanó de inmediato. Primero lo llamó. Lo sacó de la orilla del camino —el lugar de quienes ven pasar la vida sin participar en ella— y lo puso en medio del sendero por donde transitaban los que podían ver.

    La respuesta de Bartimeo fue inmediata: arrojó su manto. Ese trozo de tela no era solo un abrigo, era el símbolo de su condición. Decía a todos: «Soy ciego». Al tirarlo, lo hizo con la fe de que ya no tendría que cargar más con esa etiqueta.

    Muchas veces, las enfermedades, traumas o heridas dejan de ser solo circunstancias y terminan convirtiéndose en identidad. Comenzamos a hablar, caminar, reaccionar y pensar como personas derrotadas. Sin darnos cuenta, nos vestimos con el dolor y lo asumimos como parte de lo que somos.

    La Escritura dice: «Os despojasteis del viejo hombre con sus obras, y os revestisteis del nuevo, que se renueva para el conocimiento, según la imagen de aquel que lo creó» (Colosenses 3:9-10). Jesús nos llama justamente a eso: a dejar atrás la mentalidad de derrota y a revestirnos de la nueva identidad en Él.

    Bartimeo no solo fue sanado, fue salvado. Jesús le dijo: «Tu fe te ha salvado». Lo primero que vio al abrir los ojos fue el rostro de Jesús. Su primera mirada no fue humana, sino divina.

    La sanidad comenzó cuando decidió levantarse y se completó cuando creyó, actuó, pidió y recibió. Hoy, Dios también te llama a dejar la orilla, a soltar la capa y a caminar como hijo llamado por su nombre.

    Principio espiritual
    Actúa como hijo de Dios, despojándote del fracaso y del victimismo.

    Versículo final
    «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. Las cosas viejas pasaron; ¡he aquí que han surgido cosas nuevas!» (2 Corintios 5:17)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿Qué identidad he cargado a causa del dolor?
    2. ¿Qué necesito desechar hoy?
    3. ¿He estado viviendo como hijo de Dios o como víctima de mi condición?
  • Capítulo 2: Tu corazón antes que tus ojos

    Oración inicial
    Señor, sondea hoy mi corazón. Si hay en mí algún deseo que ocupe el lugar que te pertenece, revélamelo. Enséñame a amarte por encima de todo, más que lo que pueda recibir, más que cualquier milagro. Que te desee a Ti y no solo tu respuesta. En el Nombre de Jesús, Amén.

    Pasaje bíblico
    «¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!» (Marcos 10:47).

    Reflexión
    El grito de Bartimeo no fue «¡Cúrame!», sino «Ten misericordia de mí». Él no buscaba únicamente un milagro, sino algo más profundo: la presencia, la compasión y el toque del Cristo vivo. Incluso antes de recibir la vista, Bartimeo ya creía. Lo llamó «Hijo de David», un título mesiánico que mostraba que reconocía en Jesús al Enviado de Dios. Aunque ciego, veía quién era Jesús realmente.

    Ese es el verdadero milagro: cuando el corazón ve antes que los ojos. Cuando la fe nos lleva a declarar quién es Dios aun sin haber recibido nada. Hoy, muchos buscan tanto la curación que terminan olvidando a Dios mismo. Sin darse cuenta, convierten el milagro en un ídolo. La oración se centra en el dolor, el corazón en la respuesta, y la adoración en la petición.

    Pero Dios no concede nada que ocupe el lugar que solo a Él le corresponde. Él sabe quién lo busca por amor y quién lo busca por interés. Él conoce quién lo seguirá después del milagro y quién lo olvidará al obtener lo que quería. La sanidad es real y la promesa es viva, pero llega después de un corazón transformado. Bartimeo escuchó, creyó, declaró, y solo entonces fue sanado.

    La pregunta clave hoy es: ¿qué es lo que realmente deseo? ¿El milagro o al Dios que obra milagros?

    Principio espiritual
    Ama más a Dios que a los milagros.

    Versículo final
    «Jesús respondió: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.» (Juan 6:26)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿Busco más la respuesta de Dios o su presencia?
    2. ¿Mi fe está basada en el amor a Cristo o en el deseo de ser sanado?
    3. ¿Estoy dispuesto a ser transformado por dentro antes de ser restaurado por fuera?
  • Capítulo 1: Ten misericordia de mí

    Oración inicial
    Señor, hoy abro mi corazón. Quiero escucharte y conocerte como Bartimeo te conoció. Dame ojos espirituales para ver tu obra, incluso cuando todo parece oscuro. Revélame quién eres y llévame por el camino de la sanidad. En el Nombre de Jesús, Amén.

    Pasaje bíblico
    «¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!» (Marcos 10:47).

    Reflexión
    Bartimeo es el único ciego de la Biblia cuyo nombre aparece registrado. Y su nombre significa algo sorprendente: honorable, valioso. Sin embargo, este hombre valioso a los ojos de Dios estaba al borde del camino, marginado, mendigando. Invisible para el mundo, pero visto por el cielo.

    Muchas veces confundimos el silencio de Dios con abandono. Oramos con fe, pero no pasa nada, y nos preguntamos: «¿Me habrá escuchado? ¿Le importo?». Poco a poco, una mentira comienza a instalarse: que no somos lo suficientemente importantes para Dios. Fingimos que no duele, intentamos espiritualizar el silencio con frases como «Dios tiene sus motivos» o «tal vez esto no sea tan importante». Y aunque es cierto que Dios tiene sus tiempos, detrás de esas palabras puede esconderse un sentimiento más profundo: la idea de que nuestro dolor no vale tanto para Él.

    Así se forma una herida silenciosa, un dolor que no sangra pero hiere el alma, llevándonos a pensar que Dios sana a otros, pero no a mí. Esta es una de las mentiras más crueles que el enemigo siembra en el corazón herido: la de que nuestro sufrimiento es invisible incluso para Dios.

    Pero hoy el Espíritu Santo quiere arrancar esa mentira. Tú no estás olvidado. El hecho de que aún no hayas sido sanado no disminuye tu valor delante del Padre. Bartimeo era ciego y marginado, pero el cielo conocía su nombre. Y lo mismo sucede contigo.

    Al igual que Bartimeo, abre tus ojos espirituales y permite que el Espíritu Santo te muestre quién es Jesús. Esa revelación siempre será el primer paso hacia la sanidad.

    Principio espiritual
    Nuestra situación terrenal no define nuestro valor en el cielo.

    Versículo final
    «¿Acaso una mujer puede olvidar al hijo que amamanta, de modo que no se compadezca del hijo de su vientre? Pero aunque ella llegara a olvidarlo, yo, sin embargo, no te olvidaré». (Isaías 49:15)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿Creo que Dios todavía sana hoy?
    2. ¿He confundido el silencio con el abandono?
    3. ¿Sé realmente quién es mi Dios?
  • Capítulo 0: ¿Cómo usar éste devocional?

    Este devocional ha sido escrito para ser vivido con calma, profundidad y entrega. No es un manual ni un ritual mecánico, sino un viaje de sanación interior. Y como todo viaje, requiere constancia, valentía y apertura de corazón.

    Elige el momento del día que más favorezca tu concentración y comunión con Dios. Algunos prefieren la mañana, otros encuentran su mejor momento en la noche. Lo importante es que sea un tiempo intencional, apartado, sin prisas ni distracciones.

    Cada día encontrarás una estructura diseñada para guiar tu corazón:

    1. Oración inicial: para abrir tu espíritu e invitar la presencia de Dios. 
    2. Pasaje bíblico: porque la Palabra es la base de toda verdadera sanidad. 
    3. Reflexión: una invitación a comprender y confrontar la verdad. 
    4. Principio espiritual: una enseñanza clara y práctica para guardar en el corazón. 
    5. Versículo final: que refuerza la enseñanza con fundamento bíblico sólido. 
    6. Preguntas reflexivas: para ayudarte a aplicar lo leído a tu vida diaria. 

    Es recomendable anotar tus respuestas, pensamientos, oraciones y sentimientos. Así podrás percibir, con el paso del tiempo, la transformación que el Espíritu Santo va obrando en ti.

    A través de esta palabra, puedes esperar:

    • Ser confrontado con la verdad, pero siempre con amor. 
    • Ser llamado a vivir por fe, aun en medio de la dificultad. 
    • Ser animado a persistir, aunque no veas resultados inmediatos. 
    • Ser acogido por Dios, tal como eres hoy. 
    • Ser sanado en lo profundo, incluso en áreas olvidadas. 

    Recuerda: la sanidad de Dios no siempre es instantánea, pero siempre comienza con un paso de fe. Si estás leyendo estas palabras, ese paso ya ha comenzado. Prepárate, porque descubrirás que la curación más preciosa no es la que ocurre a tu alrededor, sino la que ocurre dentro de ti.

     

  • Capítulo 10: No te desanimes

    Y envió Moisés a llamar a Datán y Abiram, hijos de Eliab; mas ellos respondieron: No iremos allá. ¿Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, sino que también te enseñorees de nosotros imperiosamente? Ni tampoco nos has metido tú en tierra que fluya leche y miel, ni nos has dado heredades de tierras y viñas. ¿Sacarás los ojos de estos hombres? No subiremos. Números 16:12-14

    Todos atravesamos momentos en los que parece no existir salida. En esas horas oscuras, la derrota parece inevitable y la sensación de abandono nos golpea con fuerza. Es entonces cuando más difícil resulta confiar en que Dios se interesa por nosotros. Sin embargo, la Palabra nos recuerda que aun en el valle de sombra de muerte, el Señor está a nuestro lado para sostenernos, alentarnos y librarnos (Salmo 23:4).

    Creer significa confiar contra toda evidencia (Hebreos 11:1). No se requiere fe cuando todo marcha bien, cuando el dinero alcanza, la salud abunda, los amigos nos rodean y los logros son reconocidos. La verdadera fe se demuestra cuando los colores se apagan, la luz parece desvanecerse y la fuerza interior se debilita.

    En los tiempos de abundancia, doblémonos de rodillas para dar gracias a Dios por sus bondades. En los tiempos de escasez y dolor, recordemos que seguimos vivos por su amor, un amor eterno que jamás cambia. Las circunstancias se transforman, pero Él permanece fiel.

    Y si nuestra fe flaquea, volvamos a sus promesas. Leámoslas en la Biblia, repitámoslas en voz alta, memoricémoslas y sostengámonos en ellas. Así, con confianza renovada, podremos esperar: Dios actuará.

    Padre eterno, gracias porque no me abandonas ni en mis horas más oscuras. Enséñame a confiar en Ti cuando todo a mi alrededor parece perdido. Que tu Palabra sea mi refugio, tu fidelidad mi certeza y tu amor mi sostén inquebrantable. Dame paciencia para esperar tu obrar y gratitud para reconocerte en toda circunstancia. En el Nombre de Jesús, Amén.

  • Capítulo 9: Cuando parece no haber más solución

    Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios. Levítico 26:44

    Todos atravesamos momentos en los que parece no existir salida. En esas horas oscuras, la derrota parece inevitable y la sensación de abandono nos golpea con fuerza. Es entonces cuando más difícil resulta confiar en que Dios se interesa por nosotros. Sin embargo, la Palabra nos recuerda que aun en el valle de sombra de muerte, el Señor está a nuestro lado para sostenernos, alentarnos y librarnos (Salmo 23:4).

    Creer significa confiar contra toda evidencia (Hebreos 11:1). No se requiere fe cuando todo marcha bien, cuando el dinero alcanza, la salud abunda, los amigos nos rodean y los logros son reconocidos. La verdadera fe se demuestra cuando los colores se apagan, la luz parece desvanecerse y la fuerza interior se debilita.

    En los tiempos de abundancia, doblémonos de rodillas para dar gracias a Dios por sus bondades. En los tiempos de escasez y dolor, recordemos que seguimos vivos por su amor, un amor eterno que jamás cambia. Las circunstancias se transforman, pero Él permanece fiel.

    Y si nuestra fe flaquea, volvamos a sus promesas. Leámoslas en la Biblia, repitámoslas en voz alta, memoricémoslas y sostengámonos en ellas. Así, con confianza renovada, podremos esperar: Dios actuará.

    Padre eterno, gracias porque no me abandonas ni en mis horas más oscuras. Enséñame a confiar en Ti cuando todo a mi alrededor parece perdido. Que tu Palabra sea mi refugio, tu fidelidad mi certeza y tu amor mi sostén inquebrantable. Dame paciencia para esperar tu obrar y gratitud para reconocerte en toda circunstancia. En el Nombre de Jesús, Amén.

  • Capítulo 8: Equilibrar El Amor Propio

    No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová. Levítico 19:18

    En condiciones naturales, tendemos a amarnos a nosotros mismos. En lo común, solemos agradarnos. Idealmente, nuestro amor al prójimo debería tener la misma fuerza que nuestro amor propio. Pero la realidad es que, muchas veces, ni siquiera nos amamos a nosotros mismos.

    Hay quienes se reprochan continuamente, incluso cuando obran bien. Otros cargan con palabras hirientes del pasado: quizá alguien de la familia les dijo que no valían nada, o alguna voz querida afirmó que jamás tendrían éxito, y esas frases se quedaron grabadas en su interior. Tal vez escucharon que su llegada al mundo trajo dolor, o vivieron bajo estándares imposibles, conviviendo con personas que aparentaban perfección y resaltaban constantemente sus defectos.

    A veces, simplemente no fuimos amados, y eso nos marcó. O incluso no sabemos por qué nos cuesta tanto amarnos.

    Sea cual sea el motivo, hay una verdad firme: fuimos creados libres para rechazar las mentiras que nos dañan. No tenemos que vivir bajo ellas. Necesitamos mirarnos con valentía para reconocer y superar nuestros defectos, pero también con honestidad para reconocer nuestras virtudes y crecer en ellas.

    Cuando Dios envió a su Hijo al mundo y habitó entre nosotros, apostó por cada uno. Eso nos recuerda que, a pesar de lo que pensemos o nos hayan dicho, tenemos un valor inmenso ante sus ojos.

    Señor amado, gracias por recordarme que soy obra de tus manos y objeto de tu amor. Libérame de toda mentira que intente destruir mi identidad y enséñame a verme como Tú me ves. Ayúdame a sanar mis heridas, a aceptar mis debilidades y a cultivar mis virtudes con humildad. Que tu amor sea la base de mi amor propio y del amor al prójimo. En el Nombre de Jesús, Amén.