La Medida Divina Versus la Medida Humana
Se ha señalado que la fidelidad, no el éxito, caracterizará la encomendación del Señor con respecto a la obra de Sus siervos:
“¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?” Mateo 24:45
“Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” Mateo 25:21, 23
Como declara el Señor a través del profeta Isaías: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos” (Isaías 55:8). Mientras que el hombre tiende a medir una vida por el “éxito”, la medida de Dios es la “fidelidad”.
Algunos de Sus siervos le han glorificado en la vida, otros en la muerte. Algunos han sido poderosamente utilizados por Él en convertir a muchos a la justicia, otros han sido usados para proclamar Su palabra con poca respuesta aparente. De los primeros, la evaluación humana sería la del éxito; de los últimos, la del fracaso.
¿Qué aprendemos de las Escrituras sobre la estimación de Dios de las labores y vidas de Sus siervos? Consideremos cinco ejemplos que ilustran la diferencia entre el éxito aparente y la fidelidad genuina:
1. La Fidelidad de Noé
Noé representa el ejemplo perfecto de fidelidad sin “éxito” medible según estándares humanos. Durante 120 años predicó la justicia mientras construía el arca, y el resultado aparente fue devastadoramente pobre: solo ocho personas se salvaron.
“Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.” Hebreos 11:7
La Medida Humana: Noé sería considerado un fracaso evangelístico total. Más de un siglo de predicación con solo su familia respondiendo al mensaje.
La Medida Divina: Dios lo llamó “varón justo” y “perfecto en sus generaciones” (Génesis 6:9). Su fidelidad en obedecer exactamente las instrucciones divinas y persistir en su testimonio sin desanimarse por la falta de respuesta lo constituyó en uno de los héroes más grandes de la fe.
La fidelidad de Noé nos enseña que nuestro llamado es a la obediencia, no a los resultados. Dios mide nuestra fidelidad por nuestra constancia en hacer Su voluntad, no por las estadísticas de nuestro ministerio.
2. El “Éxito” de Saúl, Rey de Israel
Saúl representa el peligro del éxito aparente sin fidelidad al corazón de Dios. Externamente, comenzó con gran promesa: fue escogido por Dios, ungido por Samuel, y alcanzó victorias militares impresionantes.
“También Saúl se fue a su casa en Gabaa, y fueron con él los valientes cuyos corazones Dios había tocado.” 1 Samuel 10:26
Sin embargo, bajo la presión del liderazgo, Saúl reveló un corazón que priorizaba la apariencia externa sobre la obediencia genuina:
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.” 1 Samuel 15:22
La Medida Humana: Saúl parecía exitoso—era rey, ganaba batallas, y mantenía el respeto del pueblo.
La Medida Divina: Dios rechazó a Saúl porque “no había guardado lo que Jehová le mandó” (1 Samuel 13:13). Su desobediencia parcial y su búsqueda de aprobación humana revelaron un corazón infiel.
El ejemplo de Saúl nos advierte que el éxito externo puede coexistir con la infidelidad interna, y que Dios valora la obediencia del corazón por encima de los logros visibles.
3. El “Fracaso” del Profeta Jeremías
Jeremías es conocido como el “profeta llorón”, y humanamente hablando, su ministerio parecía un desastre completo. Predicó durante cuarenta años a una nación que se negó persistentemente a escuchar su mensaje.
“Desde el año trece de Josías hijo de Amón, rey de Judá, hasta el día de hoy, que son veintitrés años, vino a mí palabra de Jehová, y os he hablado desde temprano y sin cesar; mas no habéis oído.” Jeremías 25:3
Su ministerio estuvo marcado por:
- Rechazo constante del pueblo
- Persecución y encarcelamiento
- Soledad y angustia emocional
- Aparente fracaso en cambiar el curso de la nación
La Medida Humana: Jeremías sería considerado un fracaso ministerial. No hubo avivamiento, no hubo arrepentimiento nacional, no hubo cambio social significativo.
La Medida Divina: Dios lo fortaleció constantemente y honró su fidelidad:
“No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.” Jeremías 1:8
Jeremías fue fiel en proclamar exactamente el mensaje que Dios le dio, sin diluirlo para hacerlo más popular. Su fidelidad al mensaje divino, no la respuesta del pueblo, fue lo que importó a Dios.
4. La Fidelidad de Esteban
Esteban tuvo un ministerio públicamente breve que terminó en martirio, pero su fidelidad produjo frutos eternos que él nunca vio en la tierra.
“Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo.” Hechos 6:8
Su defensa ante el Sanedrín demostró fidelidad extraordinaria a la verdad, aun sabiendo que le costaría la vida:
“Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios.” Hechos 7:55
La Medida Humana: La vida de Esteban fue “cortada prematuramente”. Su ministerio duró poco tiempo y terminó en fracaso aparente.
La Medida Divina: Su fidelidad hasta la muerte tuvo consecuencias eternas. Su martirio fue el catalizador que dispersó la iglesia y extendió el evangelio. Además, su testimonio impactó profundamente a Saulo de Tarso, quien más tarde se convertiría en el apóstol Pablo.
La fidelidad de Esteban nos enseña que Dios puede usar una vida breve pero fiel para lograr propósitos eternos que van mucho más allá de lo que podemos ver.
5. La Fidelidad del Apóstol Pablo
Pablo representa la síntesis perfecta entre fidelidad y fruto visible, aunque él mismo nunca midió su éxito por resultados externos, sino por su fidelidad al llamado divino.
“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.” 1 Corintios 15:10
Al final de su vida, Pablo no se jactó de iglesias plantadas o conversiones logradas, sino de su fidelidad:
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” 2 Timoteo 4:7
La Medida Humana: Pablo podría ser considerado exitoso por las iglesias que plantó y las vidas que transformó.
La Medida Divina: Dios honró a Pablo no por sus logros, sino por su fidelidad inquebrantable al evangelio, su disposición a sufrir por Cristo, y su constancia en completar la carrera que se le había asignado.
Incluso Pablo, con todo su fruto visible, medía su vida por la fidelidad, no por el éxito. Esto nos enseña que aun cuando Dios nos bendice con fruto visible, nuestra confianza debe estar en nuestra fidelidad a Él, no en los resultados que podemos ver.
Lecciones Fundamentales
De estos cinco ejemplos extraemos principios eternos sobre cómo Dios mide nuestras vidas:
La Obediencia es Mejor que el Sacrificio: Como aprendió Saúl, Dios valora más la obediencia fiel que los logros impresionantes obtenidos a través de la desobediencia.
Los Resultados Pertenecen a Dios: Como demostró Noé, nuestra responsabilidad es la fidelidad; los resultados están en las manos soberanas de Dios.
El Tiempo de Dios es Perfecto: Como vemos en Jeremías, un ministerio puede parecer infructuoso durante décadas, pero Dios está obrando según Su cronograma perfecto.
La Muerte No es Derrota: Como ilustra Esteban, una vida que termina en martirio puede producir más fruto eterno que una vida larga llena de logros humanos.
La Gracia Define el Éxito: Como confesó Pablo, cualquier fruto verdadero en nuestras vidas es resultado de la gracia de Dios, no de nuestros esfuerzos o habilidades.
El Llamado a la Fidelidad, No al Éxito
En una cultura obsesionada con el éxito, las métricas, y los logros medibles, el pueblo de Dios está llamado a una perspectiva radicalmente diferente. No estamos llamados a ser exitosos según los estándares del mundo, sino a ser fieles según los estándares del cielo.
Esto no significa que debamos ser descuidados o negligentes en nuestro servicio. Significa que nuestra paz, gozo, y sentido de propósito no dependen de ver resultados inmediatos o impresionantes. Dependen de saber que estamos siendo fieles al llamado que Dios nos ha dado.
Cuando llegue el día de rendir cuentas, la pregunta no será: “¿Qué lograste?” sino “¿Fuiste fiel?” No será: “¿Cuántas personas alcanzaste?” sino “¿Obedeciste lo que te mandé?”
Que podamos vivir con la perspectiva eterna que valora la fidelidad por encima del éxito, sabiendo que en el reino de Dios, la fidelidad es el verdadero éxito.
Padre celestial, en un mundo que mide el valor por el éxito visible, ayúdanos a mantener Tu perspectiva eterna que valora la fidelidad por encima de todo. Como Noé, danos constancia para obedecer sin ver resultados inmediatos. Como Jeremías, concédenos fortaleza para proclamar Tu verdad aun cuando pocos respondan. Como Esteban, otórganos valor para ser fieles hasta la muerte si es necesario. Como Pablo, ayúdanos a correr la carrera que nos has asignado con determinación inquebrantable. Líbranos de la trampa del éxito aparente sin fidelidad interna, como le sucedió a Saúl. Que al final de nuestros días podamos decir que hemos sido fieles, no necesariamente exitosos según los estándares humanos, pero aprobados por Ti. En el nombre de Jesús, quien fue fiel hasta la muerte de cruz, Amén.