Author: wdjeq

  • Capítulo 12: La fe que sana no se esconde

    Oración inicial
    Señor, dame una fe valiente, que no se intimide ante las limitaciones ni se calle ante las dificultades. Que sepa quién eres y lo proclame con audacia. Enséñame a buscarte con todo lo que tengo, aunque me falte algo. Que mi fe te honre y me lleve a seguirte cada día. Amén.

    Pasaje bíblico
    «¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!». (Mateo 20:30)

    Reflexión
    Dos ciegos estaban al borde del camino, a las afueras de Jericó, cuando Jesús pasaba. No podían ver, pero reconocieron quién era y clamaron con fe.

    A diferencia de otras ocasiones, Jesús no tuvo que preguntarles si creían. Al llamarlo «Hijo de David», hicieron una confesión clara de fe: sabían quién era y creían en su poder. Su fe no fue silenciosa, sino pública y valiente.

    La fe que sana no se esconde: grita, clama, insiste. Aunque no ve, sabe escuchar, confiesa con la boca y camina en la dirección correcta. Estos hombres usaron lo que tenían —su voz, sus oídos, sus pies— para acercarse a Jesús.

    Después de ser sanados, no volvieron al mismo lugar. La fe los llevó a seguirlo. Porque la verdadera fe no termina en el milagro: comienza en él y continúa en el discipulado.

    Principio espiritual
    Nunca dejes de caminar hacia Cristo.

    Versículo final
    «Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús». (Filipenses 3:13-14)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿Mi fe ha sido tímida o valiente?
    2. ¿He usado lo que tengo, aunque sea poco, para acercarme a Jesús?
    3. ¿Qué me ha impedido seguir adelante con Cristo después de recibir algo de Él?
  • Capítulo 11: La Eternidad con Dios

    Oración inicial
    Señor, enséñame a buscarte por lo que eres y no solo por lo que puedes hacer. Corrige mis prioridades. Que mi corazón anhele más tu Reino que tus milagros. Que no idolatre la sanidad ni me pierda en la búsqueda del alivio, olvidando la eternidad. Que tú seas siempre el centro de mi fe. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Entonces Jesús les advirtió severamente, diciendo: “Mirad que nadie lo sepa”». (Mateo 9:30)

    Reflexión
    Tras sanar a dos ciegos en Cafarnaúm, Jesús les pidió que no lo difundieran. Sin embargo, ellos, llenos de alegría, contaron la noticia a todos.

    Jesús nunca buscó la fama. Sabía que los milagros atraían la atención, pero su meta era el Reino de Dios. La sanidad era una señal, no el centro.

    A veces el dolor nos roba la mirada, y pedimos sanidad, alivio, respuestas. Eso no está mal, pero cuando la sanidad se convierte en lo más importante y desplaza a Dios mismo, algo está fuera de lugar.

    La mayor bendición no es la sanidad, sino la salvación. La eternidad con Dios tiene más valor que cualquier milagro temporal. Una sanidad es maravillosa, pero la condenación eterna es la mayor tragedia.

    Por eso, antes de pedir sanidad, ora por salvación. Antes de buscar respuestas, busca intimidad. Reordena tus prioridades: quita la salud perfecta del trono y devuelve a Dios el lugar que le corresponde.

    Principio espiritual
    No idolatres la sanidad. Busca primero el Reino.

    Versículo final
    «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas». (Mateo 6:33)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿Qué ha sido más importante para mí: el milagro o el Dios de los milagros?
    2. ¿He buscado la sanidad más que el Reino?
    3. ¿Estoy poniendo mi esperanza en el alivio o en la eternidad?
  • Capítulo 10: La Santidad y la fe

    Oración inicial
    Señor, aumenta mi fe. Que no dependa de lo que veo, sino de quién eres. Líbrame de la duda, de la incredulidad silenciosa, de la fe selectiva. Enséñame a creer no solo por los demás, sino también por mí mismo. Que mi fe te honre y prepare mi corazón para recibir lo que tienes para mí. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Hágase según vuestra fe”». (Mateo 9:29)

    Reflexión
    Jesús no preguntó: “¿Tengo poder para hacerlo?”. Eso ya lo sabía. La pregunta fue: “¿Ustedes creen que puedo hacerlo?”.

    La sanidad no dependía de la capacidad de Jesús, sino de la fe de quienes lo buscaban. El poder estaba allí, pero la manifestación se activaba por la confianza del que recibía.

    Creer no es solo reconocer que Dios puede. Muchas veces decimos “yo creo”, pero solo creemos para otros; cuando se trata de nosotros, la fe tambalea. El dolor, los recuerdos y el miedo a veces se vuelven más reales que la promesa de Dios.

    Por eso Jesús fue directo: «Hágase según vuestra fe». Tal vez tu fe también necesita sanidad. Tal vez crees… pero no del todo. Como aquel padre que clamó: «Señor, creo; ayuda mi incredulidad» (Marcos 9:24).

    La fe es el canal por donde se mueve el poder de Dios. Cuanto más lo miramos a Él y menos a las circunstancias, más fuerte se vuelve ese canal. Ora, clama y confiesa: «Señor, enséñame a creer como conviene».

    Principio espiritual
    Tu fe debe estar firme en quién es Dios, no en el tamaño de la tribulación.

    Versículo final
    «Porque por fe andamos, no por vista». (2 Corintios 5:7)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿He tenido más fe en el milagro de otros que en el mío?
    2. ¿Qué ocupa hoy el lugar de la fe en mi corazón?
    3. ¿He confiado más en las circunstancias que en quién es Dios?

     

  • Capítulo 9: Moldea tu corazón

    Oración inicial
    Señor, incluso cuando todo parece haber terminado, elijo seguir confiando en ti. Cuando el silencio parece decir “no” y el tiempo grita “ya es tarde”, dame fuerza para seguir buscándote. No me dejes detenerme en el camino, sino avanzar hasta encontrarte, porque sé que aún estás conmigo. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Saliendo Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, clamando: “¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!”». (Mateo 9:27)

    Reflexión
    La escena es curiosa: Jesús volvía a casa después de un largo día de predicación y milagros. Todo parecía indicar que el tiempo de las sanidades había terminado.

    Allí estaban dos ciegos. Sabían quién era Jesús, sabían que podía sanar, y aunque no fueron atendidos en el momento que esperaban, no se dieron por vencidos. La Biblia no nos dice cuánto caminaron ni cuánto tiempo insistieron; lo que importa es que perseveraron hasta el final.

    Su fe fue pionera. No tenían antecedentes, no podían decir: “Él ya sanó a otros como nosotros”. Creyeron sin ejemplos previos, confiaron en lo imposible.

    ¿Cuántas veces pensaste que tu tiempo de milagro había terminado? Que la oportunidad se había ido y que era demasiado tarde. A veces Jesús parece seguir de largo, pero eso no significa rechazo: muchas veces prueba hasta dónde llega nuestra fe. Nos enseña que la sanidad no es solo un momento, sino un camino de rendición y perseverancia.

    Algunos reciben pronto; otros atraviesan valles, demoras y cansancio. Pero cada paso, incluso los más pesados, moldea el corazón. Y cuando te sientas agotado, no te culpes: lleva ese cansancio a Jesús, entrégale tu peso y sigue caminando.

    Principio espiritual
    La persistencia te lleva hasta el milagro.

    Versículo final
    «Alegraos en la esperanza, sed pacientes en la tribulación, perseverad en la oración». (Romanos 12:12)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿Alguna vez renuncié a algo porque pensé que el tiempo había pasado?
    2. ¿He sido constante en la oración o me he dejado paralizar por el silencio?
    3. ¿Qué necesito entregar hoy para volver a caminar?
  • Capítulo 8: Recipiente de un milagro

    Oración inicial
    Espíritu Santo, abre mis ojos para discernir los ambientes que me rodean. Muéstrame los lugares y las personas que han drenado mi fe, robado mi paz o enfermado mi alma. Dame el valor de salir de donde tú no habitas y llévame a donde tu Espíritu tiene libertad para actuar. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Y lo envió a su casa, diciendo: “Ni entres en la aldea”». (Marcos 8:26)

    Reflexión
    Después de sanar al ciego de Betsaida, Jesús hizo algo que parece sencillo, pero conlleva una gran advertencia espiritual: lo envió a su casa y le prohibió volver al pueblo.

    Jesús sabía que aquella aldea había contribuido a su enfermedad. El ambiente de incredulidad, rechazo y religiosidad fría no solo había afectado su cuerpo, sino también su alma.

    Esto sigue ocurriendo hoy. Existen ambientes que enferman, no de manera escandalosa, sino lenta y silenciosa, como veneno en pequeñas dosis. Personas, lugares, rutinas e incluso algunos hogares familiares pueden transmitir opresión espiritual, robar la fe, disminuir la esperanza e impedir la sanidad.

    A veces pensamos que solo las fiestas, la inmoralidad o los ambientes abiertamente pecaminosos son peligrosos. Pero también lo son la incredulidad, la murmuración, la amargura y la religiosidad muerta.

    ¿Has notado cómo te sientes al entrar o salir de ciertos lugares? ¿Has percibido cómo cambia tu ánimo después de hablar con determinadas personas?

    Jesús enseña aquí una verdad: la sanidad no se sostiene en el mismo lugar donde fue alimentada la enfermedad. El ciego no podía volver; necesitaba algo nuevo en un lugar nuevo.

    Ora por discernimiento. Ora por tu casa. Ora antes de salir y al regresar. El ambiente que te rodea influye directamente en tu salud espiritual y, muchas veces, también en tu sanidad física.

    Principio espiritual
    Los lugares que frecuentas influyen en tus bendiciones.

    Versículo final
    «Salid, salid, salid de allí; no toquéis cosa inmunda. Salid de en medio de ella, purificaos vosotros, los que lleváis los utensilios del Señor». (Isaías 52:11)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿Hay ambientes que me han alejado de la sanidad?
    2. ¿Necesito apartarme de algún lugar o persona para preservar mi fe?
    3. ¿Oro con frecuencia por la atmósfera espiritual de mi hogar?
  • Capítulo 7: Recipiente de un milagro

    Oración inicial
    Señor, si hay en mí algo que aún no puede contener tu unción, transfórmalo. Trabaja en mi interior, madura mi fe, prepara mi corazón. No solo quiero un milagro, quiero ser un vaso digno de recibirlo. Moldéame hasta que esté listo. En el nombre de Jesús, Amén.

    Pasaje bíblico
    «Miró y dijo: “Veo gente; parecen árboles que caminan”». (Marcos 8:24)

    Reflexión
    La sanidad del ciego de Betsaida es la única registrada en la Biblia que ocurrió en dos etapas. En la primera comenzó a ver, pero de manera borrosa, como si las personas fueran árboles que caminaban. Solo después de un segundo toque de Jesús, recobró la vista plenamente.

    ¿Qué estaba pasando?
    Desde el inicio vemos que esta historia está marcada por la incredulidad, no solo del pueblo de Betsaida, sino posiblemente del propio ciego. Jesús lo sacó de aquel lugar porque había cosas que debían cambiar para que la sanidad se completara.

    El poder de Jesús no había cambiado, pero el recipiente del milagro aún no estaba listo. Hay bendiciones que Dios no derrama en corazones no preparados, no como castigo, sino como misericordia.

    Algunas personas no reciben sanidad, no por falta de amor o poder divino, sino porque todavía no son vasos capaces de retener la unción. Dios no deposita tesoros donde no hay espacio para guardarlos.

    Pero observa la paciencia de Jesús: no se rinde, toca de nuevo, insiste, moldea, transforma y completa lo que comenzó.

    La velocidad del milagro no depende de la fuerza de Dios, sino de la disposición de nuestro corazón delante de Él. El toque de Jesús es poderoso, pero la fe es el terreno donde florece la sanidad.

    Hoy, en lugar de solo pedir, ora para estar listo. Dios no da bendiciones según el tamaño del deseo, sino según la capacidad de quien las recibirá.

    Principio espiritual
    Dios nos bendice según nuestra capacidad de recibir.

    Versículo final
    «A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada uno según su propia capacidad». (Mateo 25:15)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿Me he preparado espiritualmente para lo que estoy pidiendo?
    2. ¿Estoy listo para recibir lo que Dios quiere darme?
    3. ¿Tengo fe para seguir confiando incluso cuando el milagro parece incompleto?

     

  • Capítulo 6: Ver Su Gloria

    Oración inicial
    Señor, si hay en mí alguna raíz de incredulidad, arráncala. Si estoy atado a métodos o costumbres que me alejan de la fe verdadera, libérame. Enséñame a confiar solo en ti. Que mi fe esté en tu poder y no en símbolos, objetos o tradiciones. Quiero ver tu gloria. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Entonces, tomando al ciego de la mano, lo sacó de la aldea…». (Marcos 8:23a)

    Reflexión
    ¿Por qué Jesús sacó al ciego de Betsaida antes de sanarlo? Porque Betsaida no era solo una ciudad, era un ambiente espiritual cargado de incredulidad. En Mateo 11:21, Jesús la reprende duramente: «¡Ay de ti, Betsaida!». A pesar de los milagros que presenciaron, el pueblo se negó a creer.

    Jesús sabía que, para sanar a aquel hombre, primero debía sacarlo del ambiente donde la fe no podía crecer. La incredulidad no solo retrasa, sino que ahoga los milagros.

    Ya fuera de la aldea, Jesús usó saliva en los ojos del ciego. Puede parecernos extraño hoy, pero para esa cultura la saliva de una persona considerada santa tenía valor curativo. Jesús no lo necesitaba, pero utilizó un elemento conocido para generar fe.

    Aún hoy muchos caminan con “muletas espirituales”: amuletos, objetos “ungidos”, rituales específicos. Su fe está más en el método que en el Dios que sana. Jesús, en su misericordia, a veces responde incluso en medio de nuestra inmadurez, pero el principio eterno permanece: no es el método lo que sana, es la fe.

    Los rituales y las fórmulas pueden convertirse en ídolos disfrazados. Y muchos falsos pastores se aprovechan de la fe frágil del pueblo para vender promesas vacías.

    Dios no necesita un escenario perfecto ni objetos sagrados. Necesita un corazón quebrantado y creyente. Su instrucción es simple: cree, y su gloria vendrá.

    Principio espiritual
    Los métodos no sanan; lo que sana es la fe.

    Versículo final
    «Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?». (Juan 11:40)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿He confiado más en el método que en Dios?
    2. ¿Necesito dejar algún ambiente o influencia para vivir la sanidad?
    3. ¿Mi fe está firme en la Palabra o en tradiciones humanas?
  • Capítulo 5: Amor, paciencia y fe

    Oración inicial
    Señor, hoy te pido no solo por mí, sino también por aquellos a quienes amo. Pon sus nombres en mi corazón. Dame valor para orar, fe para creer y sensibilidad para llevar a otros hasta tu toque. Usa mi vida para acercar a las personas a tu sanidad. Y cuando yo sea débil, envía a alguien que me sostenga también. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Llegaron a Betsaida y le trajeron a un ciego, rogándole que lo tocara». (Marcos 8:22)

    Reflexión
    Este ciego de Betsaida era distinto de Bartimeo. No escuchamos su voz, ni un clamor, ni un grito. No pidió la sanidad. De hecho, ni siquiera se movió por sí mismo, sino que otros lo llevaron hasta Jesús. Tal vez amigos, tal vez familiares. Personas que creyeron por él. Eso es intercesión.

    La Biblia dice que le rogaban a Jesús que lo tocara. Insistieron, creyeron, lo llevaron. Y Jesús escuchó, no por la fe del ciego, sino por la fe de quienes lo rodeaban.

    Muchas personas a nuestro alrededor no conocen al Dios que nosotros conocemos. No oran, no esperan, no piden; no por rebeldía, sino por ignorancia o desánimo. Y ahí es donde entramos nosotros. Como hijos de Dios, estamos llamados a sostener a los débiles, consolar a los abatidos y llevar a los heridos a Jesús.

    Esto requiere amor, paciencia, fe y la disposición de ser instrumentos de sanidad en la vida de alguien, incluso si esa persona aún no tiene fuerzas para creer por sí misma.

    Lo mismo sucede dentro de la iglesia. ¿Cuántos hermanos han dejado de orar? ¿Cuántos están heridos, pero en silencio? Dios puede usarte para levantarlos, animarlos e interceder por ellos. Tu oración puede ser el vínculo que reactive la esperanza y abra el camino de la sanidad.

    Jesús quiere sanar. Pero, a veces, alguien necesita ser llevado hasta Él.

    Principio espiritual
    Nos sostenemos unos a otros cuando llevamos nuestros dolores a Jesús.

    Versículo final
    «Os rogamos también, hermanos, que amonestéis a los desordenados, consoléis a los de poco ánimo, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos». (1 Tesalonicenses 5:14)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿A quién conozco que necesita ser llevado a Jesús?
    2. ¿He sido un intercesor por aquellos que han perdido la fe?
    3. ¿He dejado de orar por alguien o por mí mismo?

     

  • Capítulo 4: La recompensa del Señor

    Oración inicial
    Padre, enséñame a amarte más que a nada. Que mi fe crezca, no basada en milagros, sino en quién eres tú. Que mi alegría esté en ti, y no solo en las respuestas que espero. Que mi corazón te busque con sinceridad, y que la sanidad venga como fruto de tu placer en mí. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Y al instante recobró la vista y seguía a Jesús por el camino». (Marcos 10:52b)

    Reflexión
    La historia de Bartimeo no termina en la curación; en realidad, allí comienza. El texto dice que, después de recuperar la vista, siguió a Jesús por el camino. Eso nos muestra que la transformación no ocurrió solo en sus ojos, sino también en su corazón.

    Esta no es solo la historia de un ciego que recobró la vista. Es la historia de un hombre que, aun sin ver, ya percibía lo que muchos nunca pudieron: quién era Jesús.

    La fe de Bartimeo no dependía de condiciones. No dijo: «Si me curas, creeré». Él creyó antes, amó antes, se entregó antes. Por eso su sanidad fue más que un milagro: fue un regalo del cielo.

    A Dios le encanta recompensar a quienes lo buscan con amor y fe genuina. Cuando nuestro deleite está en Dios, y no en lo que Él pueda darnos, la sanidad llega como consecuencia de la intimidad.

    Por eso, ama. Ten sed. Entrégate. No como quien negocia con Dios, sino como quien lo desea plenamente. Cuando el corazón se rinde al Espíritu Santo, la sanidad no se fuerza: se manifiesta como fruto natural del amor.

    La curación nunca es el centro de la fe. El verdadero centro es agradar a Dios con una fe viva que lo busca por quien es.

    Principio espiritual
    La sanidad no es el foco principal, sino una recompensa para quienes buscan a Dios.

    Versículo final
    «Sin fe es imposible agradar a Dios, porque quien se acerca a él necesita creer que existe y que recompensa a quienes lo buscan». (Hebreos 11:6)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿He buscado a Dios por amor o por una respuesta?
    2. ¿Mi fe se mantendría firme incluso sin la curación?
    3. ¿Encuentro verdadero deleite en la presencia de Dios?

     

  • Capítulo 3: El valor para continuar

    Oración inicial
    Jesús, hoy me levanto del borde del camino. Me despojo de la identidad que me ha dado el sufrimiento y tomo la que me ofrece tu amor. Dame valor para caminar como hijo, hablar como hijo y creer como alguien que ha sido visto, llamado y amado por ti. Amén.

    Pasaje bíblico
    «Llamaron al ciego, diciéndole: “¡Ánimo! Levántate, él te está llamando”». (Marcos 10:49)

    Reflexión
    Cuando Jesús escuchó el clamor de Bartimeo, no lo sanó de inmediato. Primero lo llamó. Lo sacó de la orilla del camino —el lugar de quienes ven pasar la vida sin participar en ella— y lo puso en medio del sendero por donde transitaban los que podían ver.

    La respuesta de Bartimeo fue inmediata: arrojó su manto. Ese trozo de tela no era solo un abrigo, era el símbolo de su condición. Decía a todos: «Soy ciego». Al tirarlo, lo hizo con la fe de que ya no tendría que cargar más con esa etiqueta.

    Muchas veces, las enfermedades, traumas o heridas dejan de ser solo circunstancias y terminan convirtiéndose en identidad. Comenzamos a hablar, caminar, reaccionar y pensar como personas derrotadas. Sin darnos cuenta, nos vestimos con el dolor y lo asumimos como parte de lo que somos.

    La Escritura dice: «Os despojasteis del viejo hombre con sus obras, y os revestisteis del nuevo, que se renueva para el conocimiento, según la imagen de aquel que lo creó» (Colosenses 3:9-10). Jesús nos llama justamente a eso: a dejar atrás la mentalidad de derrota y a revestirnos de la nueva identidad en Él.

    Bartimeo no solo fue sanado, fue salvado. Jesús le dijo: «Tu fe te ha salvado». Lo primero que vio al abrir los ojos fue el rostro de Jesús. Su primera mirada no fue humana, sino divina.

    La sanidad comenzó cuando decidió levantarse y se completó cuando creyó, actuó, pidió y recibió. Hoy, Dios también te llama a dejar la orilla, a soltar la capa y a caminar como hijo llamado por su nombre.

    Principio espiritual
    Actúa como hijo de Dios, despojándote del fracaso y del victimismo.

    Versículo final
    «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. Las cosas viejas pasaron; ¡he aquí que han surgido cosas nuevas!» (2 Corintios 5:17)

    Preguntas para reflexionar

    1. ¿Qué identidad he cargado a causa del dolor?
    2. ¿Qué necesito desechar hoy?
    3. ¿He estado viviendo como hijo de Dios o como víctima de mi condición?