Capitulo 9. Evitemos el perfeccionismo

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:13-14

Luchar por la excelencia es saludable. Nos esforzamos en la escuela para prepararnos para el futuro, buscamos la excelencia en nuestro trabajo para progresar y, cuando fallamos, aprendemos y seguimos avanzando. Sin embargo, la búsqueda de excelencia puede transformarse silenciosamente en perfeccionismo, llevándonos por un camino poco saludable.

El perfeccionismo tiene dos caras. Por un lado, nos hace cuidadosos e intencionales; por otro, nos vuelve críticos e implacables con nosotros mismos. Repetimos errores, analizamos cada detalle, nos comparamos con los demás y nos imponemos estándares imposibles. Este ciclo roba nuestra paz, flexibilidad y alegría, llevándonos al desaliento o incluso a la desesperación.

Pero la verdad de Dios es liberadora: en Su familia, somos aceptados tal como somos, con todos nuestros defectos y limitaciones. Él nunca exige perfección, porque Jesús ya la cumplió en nuestro nombre. En cambio, nos llama a fijar la mirada en Él, el perfecto, y a buscar lo que realmente importa: vivir para Su gloria.

La meta no es la perfección, sino la excelencia en Su nombre. Cuando fallamos, podemos descansar en Su perdón y restauración, seguros de que Él ya ha cubierto nuestros errores.

Señor, gracias porque no tengo que ser perfecto para ser amado por Ti. Líbrame de la trampa del perfeccionismo que me hace duro conmigo mismo y ciego a Tu gracia. Ayúdame a buscar la excelencia para Tu gloria, no para mi orgullo. Cuando falle, recuérdame que Jesús ya me ha perdonado y me restaurará. Enséñame a fijar mis ojos en Ti, el único perfecto. En el nombre de Jesús, Amén.

Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *