“Oídme, oh casa de Jacob, y todo el resto de la casa de Israel, los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz. Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré.”
Isaías 46:3-4 (RVR1960)
En el Hogar de Ancianos, la puerta del cuarto de doña Rita estaba siempre abierta. Un pequeño cartel colgado en la pared decía: “¡Bienvenido!” Aunque estaba confinada a su cama, su sonrisa amable y una mecedora junto a la ventana invitaban a cualquiera a entrar, conversar, compartir historias o pedir un consejo.
¿Cuál era el secreto de aquella mujer enferma pero tan llena de vida? A los ochenta y seis años, doña Rita —ya muy dependiente y sola— había tenido que dejar su casa, donar la mayor parte de sus pertenencias y aceptar su ingreso al Hogar de Ancianos. La ira, la amargura y la tristeza deformaban su rostro y alejaban a todos. Nadie encontraba alegría en acercarse a ella; sus palabras eran duras, llenas de resentimiento.
Pero su situación no mejoraba. Doña Rita se sentía cada vez más sola, hasta que finalmente decidió rendirse. Buscó a Dios en oración, confesó su amargura y le pidió que dirigiera su vida, devolviéndole la paz y la alegría.
Dios respondió, aquietando su corazón y mostrándole todo lo que aún podía hacer, incluso desde su cama. Poco a poco, su sonrisa regresó, su semblante se suavizó, y la gente comenzó a buscarla otra vez. Hoy, doña Rita tiene un secreto para compartir: en Dios encontró paz y propósito para vivir. Está lista para servir, aconsejar y compartir el amor de Dios que transformó su vida.
🌿 Dios quiere hablar contigo
La fidelidad de Dios no depende de la nuestra. Muchas veces fallamos, pecamos, erramos el rumbo o nos rebelamos contra Él cuando las cosas no salen como esperábamos. Entonces lo culpamos, nos cerramos en nuestra concha y nos volvemos amargados. Nadie nos soporta. Todos se alejan.
El pueblo de Israel también se alejó de su Amado. Aunque había sido escogido, alimentado y protegido por el Señor, eligió rebelarse. Y aunque Dios permitió que sufrieran las consecuencias de sus decisiones, en su amor fiel les prometió no abandonarlos jamás:
“Oídme, oh casa de Jacob, y todo el resto de la casa de Israel, los que sois traídos por mí desde el vientre, los que sois llevados desde la matriz. Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré.”
Isaías 46:3-4 (RVR1960)
Por causa de nuestro pecado, estamos separados de Dios; pero Él nos amó tanto que vino a nuestro encuentro en la persona de su Hijo, Jesucristo. Cuando nos arrepentimos y creemos en Él —quien murió en la cruz en nuestro lugar—, Dios nos extiende esta misma promesa, asegurándonos en sus manos amorosas y transformándonos en testigos de su misericordia y gracia.
“Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.”
Hebreos 12:5-6 (RVR1960)
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
1 Juan 1:9 (RVR1960)
“Renovaos en el espíritu de vuestra mente… Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo… Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes… Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó en Cristo.”
Efesios 4:23,26,29,31-32 (RVR1960)
🙏 Puedes hablar con Dios
Señor, reconozco tu amor y fidelidad hacia mi vida. Aunque me haya alejado, tú no me has abandonado ni te has olvidado de mí.
Hoy me arrepiento y confieso mis pecados delante de ti. Transforma mi corazón y haz de mí un vaso útil en tus manos. Quiero vivir para compartir con otros la paz y la alegría que has puesto en mi interior, llevando tu gozo a quienes me rodean.
En el nombre de Jesús, amén.
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