Salmo 42:3, 5a, 6–7a
Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,
 mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
 ¿Por qué te abates, oh alma mía,
 y te turbas dentro de mí?
 Dios mío, mi alma está abatida en mí;
 me acordaré, por tanto, de ti…
 Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas…
Salmo 10:1, 14
¿Por qué estás lejos, oh Jehová,
 y te escondes en el tiempo de la tribulación?
 Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación,
 para dar la recompensa con tu mano;
 a ti se acoge el desvalido;
 tú eres el amparo del huérfano.
El Señor me lleva en su regazo
Ayer estabas mejor; hoy, sin fuerzas. Así somos: nuestras emociones suben y bajan. No eres el único; grandes hombres de Dios pasaron por lo mismo. La Biblia pone palabras a ese abatimiento y, al mismo tiempo, nos enseña a recordar: “me acordaré de ti”.
No temas confesar tu debilidad ante Dios. Él te conoce, no se decepciona de ti. No te pide que siempre seas fuerte; te invita a entregarle tu corazón tal como está. Hoy Él quiere compartir su fuerza contigo.
Oración
Padre, hoy me siento en ruinas. Traigo a ti mis quejas y mis problemas; cuando me rindo, tú sabes lo que debo hacer. Levántame con tu fuerza. En el Nombre de Jesús, Amén.
Leave a Reply