El hombre de bien tiene misericordia, y presta; gobierna sus asuntos con juicio. Salmo 112:5
Para muchos hombres, la semana laboral dura cuarenta horas. Eso significa que un tercio de cada día, de lunes a viernes, se dedica a trabajar. Debido a que una parte tan significativa de la vida se dedica al trabajo, la forma en que nos comportamos en el trabajo es muy importante. Una pregunta que vale la pena hacerse es: ¿nuestra vida moral en el hogar coincide con nuestra vida moral en el trabajo, o hay un contraste?
La justicia y la generosidad a menudo se pasan por alto en la cultura actual. Muchos se sienten con derecho a más de lo que reciben y se apresuran a señalar la injusticia del mundo. Sin embargo, las Escrituras nos recuerdan que la verdadera satisfacción no proviene de obtener lo que creemos merecer, sino de dar. “El hombre de bien tiene misericordia, y presta.”
Como hombres en el ámbito profesional, enfrentamos decisiones éticas diariamente: ¿Seremos honestos en nuestros reportes? ¿Trataremos justamente a nuestros empleados o colegas? ¿Buscaremos nuestro beneficio a costa de otros? Cuando elegimos la generosidad por encima de los derechos, y la justicia por encima del interés propio, reflejamos la luz de Cristo. Al darles a los demás lo que necesitan, experimentamos el gozo y la satisfacción más profundos que solo Dios puede brindar.
Tu integridad en el trabajo no es solo una cuestión profesional; es un testimonio de tu fe.
Señor, dame un corazón generoso hoy. Enséñame a comportarme con integridad y justicia en cada parte de mi trabajo. Guárdame de sentirme con derechos y quejarme, y en cambio lléname con un espíritu de gratitud y generosidad. Permite que mis acciones sean una luz que refleje Tu carácter para quienes me rodean. Ayúdame a dar libremente, a servir con alegría y a confiar en que la verdadera satisfacción proviene de honrarte. En el nombre de Jesús, Amén.
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