Capítulo 4. Cimientos inquebrantables

Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia. Hebreos 12:28

¿Con qué frecuencia nos detenemos a considerar la omnipotencia de Dios? ¿Puede soportar algún miedo, ansiedad o fracaso frente a Su naturaleza inquebrantable? La vida está llena de decepciones, a veces a diario, incluso cada hora. Sin embargo, ninguna de ellas toma a Dios por sorpresa. Él las ha permitido, no para destruirnos, sino para recordarnos Su soberanía y fortalecer nuestra confianza en Él.

Ninguna experiencia puede derrocar el reino de Dios. Y como Sus hijos, pertenecemos a este reino que perdura para siempre. A diferencia de los gobernantes terrenales, que se preguntan si su reinado durará un año más, el trono de Dios es eterno. Su reino está asegurado, y Sus promesas son inquebrantables.

Como hombres, tendemos a buscar estabilidad en nuestro trabajo, nuestras finanzas o nuestros logros. Pero todos estos cimientos pueden agrietarse bajo presión. Solo hay un fundamento que jamás se tambalea: el reino de Dios.

Por eso el escritor de Hebreos nos exhorta: “Seamos agradecidos.” La gratitud debe desbordar de los corazones que descansan en la certeza del reino de Dios. Desde este pozo de seguridad, nuestra única respuesta correcta es adorarlo con reverencia, asombro y agradecimiento.

Señor, Tú eres el fundamento que no puede ser sacudido. En un mundo lleno de miedo e incertidumbre, recuérdame que Tu reino es eterno y seguro. Enséñame a confiar en Tu plan soberano incluso cuando las decepciones pesen mucho sobre mí. Llena mi corazón de gratitud por la inquebrantable esperanza que tengo en Ti. Permite que mi adoración esté marcada por la reverencia y el asombro mientras levanto mi vida en alabanza a Tu santo nombre. En el nombre de Jesús, Amén.

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