Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza. Isaías 30:15
El camino a Cristo es angosto y empinado. Es un sendero de humildad que nos moldea con el carácter de nuestro Salvador. Nos enseña a reconocer a Dios a través del arrepentimiento del pecado y a confiar en Sus planes. No podemos arrepentirnos si creemos que tenemos razón, y no podemos descansar si confiamos solo en nuestras propias fuerzas. El arrepentimiento, el reposo, la quietud y la confianza nos enseñan la verdadera dependencia de Cristo.
Estas virtudes nos recuerdan que solo Dios es nuestra fuente de fortaleza. Isaías afirma que en la mansedumbre encontramos la salvación, y Santiago se hace eco de esta verdad: Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes (Santiago 4:6). La cultura nos insta a perseguir el legado, la fortaleza y el respeto. Si bien estos deseos no son incorrectos, Dios nos llama a buscarlos como dones de Él y usarlos para Su gloria, no para la nuestra.
Como hombres, a menudo creemos que debemos tenerlo todo bajo control, que nuestra fuerza define quiénes somos. Pero aquí radica una paradoja divina: cuando entregamos nuestra fuerza rota, descubrimos Su fuerza perfecta obrando en nosotros.
Amado Señor, hoy te entrego mi debilidad y orgullo. Enséñame a caminar en arrepentimiento, a descansar bajo Tu cuidado y a confiar tranquilamente en Tus promesas. Recuérdame que la verdadera fuerza proviene solo de Ti, no de mi propio esfuerzo. Provee lo que necesito para este día y llena mi corazón con una paz inquebrantable. Usa mi vida para Tu gloria, y permíteme depender de Ti siempre. En el nombre de Jesús, Amén.
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