La Oración
“Porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.” Mateo 9:21-22
“Y al momento la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.” Marcos 5:29
¿Por qué estaba orando la mujer?
Esta mujer estaba orando silenciosamente en su corazón por una sanidad que había buscado durante doce largos años. Su oración no fueron palabras audibles, sino una declaración de fe desesperada expresada a través de una acción decidida: tocar el manto de Jesús para recibir su milagro.
Información de Contexto sobre la Mujer
Esta mujer había sufrido de flujo de sangre durante doce años, una condición que no solo la afligía físicamente sino que la había destruido social, emocional y financieramente. Según la Ley de Moisés en Levítico 15:25-27, cualquier mujer con flujo de sangre era considerada inmunda ceremonialmente, lo que significaba que no podía participar en la adoración en el templo ni tener contacto físico con otras personas.
Su aislamiento social era total. Marcos 5:26 nos dice que “había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor.” Durante doce años había agotado todos sus recursos financieros buscando una cura, visitando médico tras médico, probando tratamiento tras tratamiento, solo para ver su condición empeorar.
Imagínate su desesperación: sin dinero, sin esperanza médica, socialmente aislada, ceremonialmente inmunda, y posiblemente abandonada por su familia. Era una mujer que había tocado fondo en todos los aspectos de su vida. Sin embargo, cuando escuchó que Jesús venía por el camino, algo se encendió en su corazón: una chispa de fe que había sobrevivido a doce años de desilusión.
El contexto de su encuentro con Jesús es significativo. Jesús estaba respondiendo a la petición urgente de Jairo, un principal de la sinagoga, cuya hija estaba muriendo. Había una gran multitud siguiendo a Jesús, todos empujándose para estar cerca del Maestro. En medio de este caos y urgencia, una mujer desesperada vio su oportunidad.
Elementos Clave de la Oración de la Mujer
1. Ella oró con fe específica y declarativa. “Si tocare solamente su manto, seré salva” no fue una esperanza vaga, sino una declaración de fe específica y decidida. Había escuchado testimonios del poder sanador de Jesús y había llegado a la convicción absoluta de que hasta el más mínimo contacto con Él resultaría en su sanidad completa.
Esta fe específica es crucial para recibir milagros. Cuando oramos con declaraciones precisas basadas en la Palabra de Dios, estamos poniendo fundamento sólido para nuestras expectativas divinas.
2. Ella actuó en fe a pesar de las barreras legales y sociales. Según la ley, ella no debía estar en esa multitud porque era ceremonialmente inmunda. Cualquier persona que tocara podía también volverse inmunda. Sin embargo, su desesperación por recibir sanidad la impulsó a romper las barreras religiosas y sociales.
A veces, recibir nuestro milagro requiere que tomemos acciones arriesgadas de fe que van contra las expectativas sociales o religiosas tradicionales. La fe verdadera siempre está dispuesta a arriesgarlo todo por tocar a Jesús.
3. Su oración fue silenciosa pero poderosa. No gritó como otros que pedían sanidad, ni interrumpió la misión urgente de Jesús hacia la casa de Jairo. Su oración fue una comunicación íntima del corazón que Dios escuchó más claramente que los gritos de la multitud.
Las oraciones más poderosas no siempre son las más ruidosas. Dios escucha los gemidos inefables del espíritu y los susurros desesperados del corazón quebrantado con la misma claridad que las declaraciones públicas más elocuentes.
4. Su fe activó el poder sanador de Jesús automáticamente. Jesús declaró: “Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí” (Lucas 8:46). Su fe no solo recibió sanidad, sino que literalmente extrajo poder divino de Cristo sin que Él conscientemente decidiera sanarla en ese momento.
Esto demuestra que la fe genuina tiene una conexión automática con el poder de Dios. Cuando tocamos a Jesús con fe verdadera, su poder responde inmediatamente a nuestra necesidad.
Resultado de la Oración
La sanidad fue instantánea y completa. “Al momento la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.” Doce años de sufrimiento terminaron en un segundo. No fue una sanidad gradual o parcial, sino una restauración total y sobrenatural.
Más importante aún, Jesús no la dejó irse en silencio. La llamó públicamente para que diera testimonio de su milagro: “Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz” (Lucas 8:48). Con estas palabras, Jesús no solo confirmó su sanidad física, sino que la declaró ceremonialmente limpia y la restauró completamente a la comunidad.
El impacto de su testimonio fue inmediato. Una mujer que había sido invisible e intocable durante doce años se convirtió en un testimonio viviente del poder de Cristo delante de toda la multitud. Su historia de fe desesperada que recibió respuesta divina se ha contado durante dos mil años, inspirando a millones de personas a acercarse a Jesús con sus necesidades más desesperantes.
La oración silenciosa de esta mujer nos enseña que no necesitamos palabras elocuentes o ceremonias elaboradas para tocar el corazón de Dios. A veces, las oraciones más poderosas son aquellas que surgen del lugar más profundo de nuestra desesperación y se expresan a través de actos simples pero decididos de fe. Su ejemplo nos desafía a nunca subestimar el poder de un toque de fe, porque cuando tocamos a Jesús con expectativa genuina, su poder siempre responde a nuestro clamor silencioso.
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