Capítulo 10. Sin Venganza

“No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.” Romanos 12:17 (RVR1960)

El impulso de “devolver el golpe” es algo profundamente humano en nosotras. Cuando alguien nos traiciona, nos humilla o nos trata con injusticia, nuestro primer instinto puede ser exigir que se haga justicia según nuestros propios términos. Pero la Escritura es cristalina en este punto: la justicia no nos pertenece. La venganza no es nuestra responsabilidad; le corresponde únicamente a Dios.

Esto no significa que debamos convertirnos en víctimas pasivas o permitir que otros nos maltraten repetidamente sin consecuencias. Los límites sanos son sabios y, en muchas ocasiones, absolutamente necesarios para nuestra protección. Pero las represalias calculadas, las palabras hirientes como respuesta, o los planes elaborados de venganza jamás son el camino que Cristo nos señala. En cambio, Jesús nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotras mismas (Mateo 22:39). Ese amor divino se manifiesta a través del perdón genuino, de seguir adelante con paz en el corazón, y de entregar al ofensor en las manos justas de Dios.

A veces “poner la otra mejilla” (Mateo 5:39) significa responder con serenidad en lugar de explotar en ira. Otras veces puede significar alejarnos silenciosamente de una situación tóxica que amenaza nuestro bienestar. Sin importar las circunstancias específicas, el llamado divino permanece inmutable: vive en paz, reflejando la gracia transformadora de Cristo, y confía plenamente en que Dios se encargará de aquello que tú no puedes controlar.

Señor, cuando me lastimen profundamente, ayúdame a resistir el impulso natural de vengarme por mi propia cuenta. Enséñame a responder con perdón auténtico y paz sobrenatural, confiando completamente en que tú traerás justicia perfecta a tu manera y en tu tiempo perfecto. Dame discernimiento celestial para saber cuándo debo establecer límites saludables y necesarios, y protege mi corazón de caer en pecado cuando sienta la tentación de tomar represalias. Permite que cada una de mis acciones refleje tu amor incondicional, para que pueda honrarte genuinamente incluso en las situaciones más difíciles y dolorosas. En el nombre poderoso de Jesús, Amén.

Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *