Capítulo 5. Ladrón de la paz

“¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” Lucas 12:25 

¿Qué es lo que más te roba la paz? Para muchas mujeres, sucede en esas horas silenciosas de la madrugada, cuando la preocupación toma las riendas de sus pensamientos y comienza a tejer escenarios sobre situaciones, personas o esos interminables “¿y si…?” que parecen no tener fin. La preocupación es una de las puertas más comunes por donde el ladrón de la paz se cuela en nuestros corazones.

¿Por qué nos angustiamos por cosas que están completamente fuera de nuestro alcance? A menudo es porque, en el fondo de nuestro ser, anhelamos tener el control total. Pero Jesús fue categórico: la preocupación no mejora absolutamente nada en nuestras vidas.

Nuestros pensamientos ansiosos no pueden añadir ni un solo minuto a nuestros días. Al contrario, drenan nuestra energía vital y nos arrebatan esa serenidad que Dios anhela derramar sobre nosotras. Hay algo infinitamente mejor que preocuparse: confiar. Cuando la ansiedad comience a echar raíces en tu corazón, entréga cada pensamiento a Dios. Derrama tu alma ante Él, menciona cada uno de esos “¿y si…?” y pídele que te recuerde Su amor incondicional y Su cuidado diario.

La hermosa verdad es que el amor de Dios por ti es constante como el amanecer, y Su cuidado tierno te rodea cada momento del día. Cuando cambias tu enfoque de tus temores hacia Su bondad inagotable, la paz comienza a regresar como un río manso a tu corazón. Confía en Él completamente, porque Él siempre, siempre es fiel.

Señor, confieso que la preocupación muchas veces me roba la paz que tú deseas para mí. Ayúdame a soltar cada pensamiento ansioso y depositarlo en tus manos poderosas, confiando en tu cuidado perfecto e incondicional. Recuérdame tu amor infinito cuando el miedo trate de apoderarse de mis pensamientos, y fortaléceme para fijar mis ojos en tus promesas fieles en lugar de en mis dudas. Enséñame a descansar plenamente en la verdad de que tú tienes el control absoluto y que nada, absolutamente nada, escapa a tu cuidado amoroso. Llena cada rincón de mi ser con tu paz sobrenatural y duradera. En el nombre poderoso de Jesús, Amén.

Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *