Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos;
llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.— 2 Corintios 4:8-10 (RVR1960)
No es fácil estar enfermo. Perdemos el control de la rutina, del cuerpo, de los sueños.
Hay días en que parece que la vida se desordena por completo: los tratamientos cansan, los ánimos bajan, las fuerzas se agotan.
Los períodos de alivio son breves, y las recaídas duelen más. La enfermedad no solo afecta el cuerpo: también toca el alma.
En esos momentos, podemos sentirnos agotados y tentados a rendirnos. Pero Dios, con ternura, nos recuerda que aún en la debilidad más profunda, Él sigue presente.
No exige que seas fuerte todo el tiempo; solo te pide que descanses en su amor.
El apóstol Pablo, que conocía de cerca el dolor, escribió que, aunque estemos atribulados, no estamos derrotados.
El secreto no está en negar la aflicción, sino en mirar más allá de ella, hacia el Dios que transforma el sufrimiento en madurez, esperanza y consuelo para otros.
Dios quiere hablar contigo
Dios no ignora tu dolor.
Él conoce cada lágrima, cada noche sin dormir, cada momento de incertidumbre.
Y mientras tú piensas que estás a punto de caer, Él te sostiene con su fidelidad.
Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.— 2 Corintios 12:9 (RVR1960)
El sufrimiento no es inútil. En las manos de Dios, se convierte en escuela de fe, en testimonio de esperanza y en un canal para bendecir a otros que atraviesan el mismo valle.
Puedes hablar con Dios
Padre, me siento cansado y frágil. A veces no tengo fuerzas ni para orar, pero sé que estás conmigo.
Gracias porque no me exiges ser fuerte, sino que me invitas a descansar en tu amor.
Ayúdame a confiar en tu poder y a encontrar en ti descanso y propósito.
Usa mi dolor para enseñarme a depender de ti y para consolar a otros que sufren.
Sostén mi fe cuando flaquee, y recuérdame que, aunque esté quebrantado, no estoy destruido, porque tu gracia me sostiene.
En el nombre de Jesús, amén.
Leave a Reply