Jehová es mi pastor; nada me faltará.
— Salmo 23:1 (RVR1960)
Todos necesitamos esperanza. Pero, según dónde la apoyemos, puede ser frágil o verdadera. Si la ponemos en circunstancias, estadísticas o fuerzas propias, se rompe con facilidad. La esperanza que permanece nace de una relación viva con Dios: el Pastor que conoce nuestro nombre, entiende nuestra historia y camina con nosotros aun en el valle de la enfermedad.
Dios no es una energía impersonal ni una idea reconfortante. Es una Persona que ama, guía y sostiene. Cuando le entregamos nuestra vida, no solo recibimos consuelo: recibimos dirección, propósito y paz para cada día, incluso en medio del tratamiento.
Esta relación transforma la manera en que miramos el dolor: ya no estamos a la deriva, sino en manos del Padre que sabe lo que hace y no nos suelta.
Dios quiere hablar contigo
Dios te invita a poner tu vida en sus manos y a descansar en su fidelidad. Él no promete un camino sin dificultades, pero sí su presencia constante y su cuidado perfecto.
Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará.
— Salmo 37:5 (RVR1960)
…No te desampararé, ni te dejaré.
— Hebreos 13:5 (RVR1960)
La esperanza verdadera no depende de cómo te sientas hoy, sino de quién es Él: Pastor, Padre y Amigo fiel.
Puedes hablar con Dios
Padre, quiero conocerte más y caminar contigo cada día. Hoy te entrego mis miedos, mis decisiones y mi futuro.
En tus manos pongo mi salud y a quienes amo. Enséñame a confiar en tu guía, a escuchar tu voz y a descansar en tu presencia.
Que mi relación contigo sea la fuente de mi esperanza, aun en medio del dolor.
Gracias porque prometes no dejarme ni desampararme. En ti encuentro paz.
En el nombre de Jesús, amén.
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