Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
— Romanos 8:18 (RVR1960)
Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
y la esperanza no avergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.— Romanos 5:3-5 (RVR1960)
El cáncer cambia muchas cosas. Afecta la salud, los planes, las rutinas y los sueños.
Pero hay algo que nunca puede tocar: la presencia de Dios.
Ante la enfermedad, tenemos opciones: negar la realidad, rendirnos a la amargura o confiar en que Dios sigue obrando en medio de ella.
Solo esta última opción transforma el sufrimiento en propósito.
No desperdicies tu cáncer.
Puedes desperdiciarlo si te dejas dominar por la amargura, si te encierras en la autocompasión o si vives reclamando por qué Dios lo permitió.
Pero puedes aprovecharlo si eliges verlo como una oportunidad para conocer a Dios más profundamente, para fortalecer tu fe y para consolar a otros con el consuelo que tú mismo has recibido.
Cuando entregas tu dolor a Dios, Él lo convierte en semilla de esperanza.
Tu historia puede convertirse en testimonio de fe y de consuelo para muchos que aún viven sin esperanza.
No se trata de negar la dureza del proceso, sino de reconocer que en medio de él hay un Dios que sostiene, enseña y transforma.
Dios quiere hablar contigo
Dios no desperdicia nada en la vida de sus hijos.
Aun la enfermedad puede ser usada para cumplir un propósito eterno.
Él puede revelar su poder en tu debilidad, su paz en tu tormenta y su amor en tus lágrimas.
Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.— 2 Corintios 12:9 (RVR1960)
Tu dolor puede ser el púlpito desde el cual otros escuchen acerca de la fidelidad de Dios.
Él no desperdicia tu sufrimiento, sino que lo transforma en instrumento para su gloria.
Puedes hablar con Dios
Señor, reconozco que tengo miedo y que a veces no entiendo por qué me ha tocado vivir esto.
Pero creo que nada ocurre fuera de tu control.
Ayúdame a confiar en que tienes un propósito más alto y perfecto para mi vida.
No quiero desperdiciar este tiempo de dolor; quiero aprender de ti, crecer en fe y mostrar a otros tu amor.
Dame la gracia para vivir cada día con esperanza y la fuerza para sonreír aun en medio de las lágrimas.
Que mi vida, Señor, refleje tu poder y tu fidelidad.
En el nombre de Jesús, amén.
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