Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
— Romanos 5:8 (RVR1960)
Hay heridas que no se ven.
A veces las palabras hieren más que los golpes, y los silencios prolongados abren abismos difíciles de cruzar.
Hay personas que pasan por nuestra vida como un huracán, destruyendo nuestra paz, y luego se marchan como si nada hubiera pasado.
Otras veces, somos nosotros quienes lastimamos con nuestras actitudes, con el orgullo o la indiferencia.
Enfrentar el cáncer —o cualquier enfermedad grave— puede sacar a la luz viejos resentimientos y conflictos sin resolver.
El dolor nos hace mirar hacia atrás y recordar palabras no dichas, perdones no concedidos, abrazos que quedaron pendientes.
Y, de pronto, sentimos la necesidad de hacer las paces, no solo con las personas, sino también con Dios y con nosotros mismos.
El perdón es una de las lecciones más difíciles, pero también una de las más liberadoras.
No significa minimizar la ofensa ni fingir que nada pasó.
Perdonar es decidir soltar el peso que te ata al pasado y permitir que Dios sane lo que tú no puedes reparar.
Dios quiere hablar contigo
El perdón no nace de la fuerza humana, sino del amor de Dios que habita en nosotros.
Jesús nos amó y nos perdonó cuando todavía éramos rebeldes, cuando no lo buscábamos ni lo merecíamos.
Ese mismo amor puede obrar en ti, dándote la capacidad de perdonar a quien te hirió y de pedir perdón a quien tú heriste.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó en Cristo.
— Efesios 4:32 (RVR1960)
Perdonar no siempre cambia al otro, pero siempre cambia tu corazón.
Te libera del resentimiento y te devuelve la paz.
Dios puede usar esa reconciliación para traer sanidad no solo al alma, sino también al cuerpo, porque la paz interior fortalece la vida.
Puedes hablar con Dios
Padre, reconozco que hay heridas en mi corazón que todavía duelen.
He guardado resentimiento y enojo por mucho tiempo.
Pero hoy quiero dejar ese peso a tus pies.
Enséñame a perdonar como tú me has perdonado, a mirar con compasión a quienes me han hecho daño.
Si he herido a alguien, dame humildad para pedir perdón y restaurar lo que rompí.
Límpiame de todo orgullo y amargura, y lléname de tu amor.
Que tu paz reine en mi corazón y me dé fuerzas para vivir en armonía contigo y con los demás.
En el nombre de Jesús, amén.
Leave a Reply