Capítulo 11. ¿Cuáles son tus prioridades?

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

— Juan 15:5 (RVR1960)

Vivimos con prisa. Siempre hay algo que hacer, una meta que alcanzar, un compromiso más que atender.
El reloj marca nuestra vida, y las prioridades parecen cambiar según el día. Pero la enfermedad, con su irrupción inesperada, detiene el tiempo y nos obliga a mirar lo esencial.

Cuando el diagnóstico llega, todas las carreras se detienen.
Las preguntas cambian: ya no son sobre el éxito, sino sobre el propósito.
Ya no importa tanto cuánto logramos, sino a quién amamos y cuánto valor tiene lo eterno.

Jesús dijo: “Separados de mí, nada podéis hacer.”
Esa verdad se vuelve real cuando comprendemos nuestra fragilidad.
Él no nos llama a la productividad frenética, sino a una relación de dependencia y comunión.
Cuando el alma se conecta con Dios, las demás áreas de la vida encuentran su orden natural.

Hay tres cosas que podemos dejar como legado:

  • Recuerdos pasajeros: recuerdos agradables, pero que se desvanecen con el tiempo.
  • Trofeos temporales: logros y reconocimientos que un día serán olvidados.
  • Un legado eterno: vidas transformadas por el amor que sembramos y la fe que compartimos.

La enfermedad puede ser una oportunidad para redefinir tus prioridades, no como castigo, sino como invitación a vivir lo verdaderamente importante.
Dios te recuerda que tu vida no se mide por lo que haces, sino por lo que siembras en los corazones que te rodean.

Dios quiere hablar contigo

Dios te invita a hacer una pausa.
A mirarlo a Él, no solo para pedir, sino para escuchar.
Te llama a centrar tu vida en lo eterno, a dejar de correr detrás de lo pasajero y a invertir tu energía en lo que realmente importa.

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

— Mateo 6:33 (RVR1960)

Cuando pones a Dios en primer lugar, todo lo demás encuentra su lugar.
Tu vida deja de ser una lista interminable de tareas y se convierte en una historia guiada por Su propósito.

Puedes hablar con Dios

Señor, gracias por detener mi prisa y enseñarme lo que realmente importa.
Hoy quiero revisar mis prioridades a la luz de tu palabra y de tu amor.

Ayúdame a vivir de manera que mi tiempo, mis palabras y mis actos dejen un legado que te honre.
Enséñame a amar más, a servir con humildad y a vivir para lo eterno.
Que todo lo que haga refleje tu presencia en mí.

En el nombre de Jesús, amén.

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