Capítulo 1. Las sorpresas de la vida no toman a Dios por sorpresa

Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios el Dios de nuestra salvación.

— Salmo 68:19 (RVR1960)

Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

— 1 Pedro 5:7 (RVR1960)

Las sorpresas de la vida son herramientas que Dios usa para formar en nosotros una alegría y una confianza que no dependen de las circunstancias. A veces llegan cuando todo parecía en orden: aniversarios por celebrar, proyectos encaminados, nietos por nacer, planes de descanso después de años de trabajo. Y, de pronto, un examen de rutina, un nódulo, una biopsia… y la palabra que nadie quiere oír: cáncer.

Cuando la noticia irrumpe, la mente se llena de preguntas y temores. El recuerdo de familiares que partieron por causa de la enfermedad nos golpea, y sentimos que una nube ensombrece las celebraciones y los días por venir. Sin embargo, la Palabra nos invita a mirar a Aquel que cada día lleva nuestras cargas. Él no siempre nos muestra el final del camino ni el proceso completo, pero nos llama a llevar nuestras preocupaciones a la cruz y dejarlas allí.

Tal vez hoy cargas un peso que tus hombros no pueden sostener: el miedo al tratamiento, la ansiedad por el mañana, la fragilidad de la familia ante un diagnóstico que lo cambia todo. El Señor no está sorprendido; Él conoce tu historia y te ofrece su cuidado diario. Puedes confiarle el fardo de este día, ahora mismo.

Dios quiere hablar contigo

Dios no pierde el control cuando nosotros lo perdemos. Cuando las sorpresas nos desestabilizan, Él permanece fiel. Su invitación es concreta: entrégale tus preocupaciones y permite que su paz guarde tu corazón y tu mente.

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

— Filipenses 4:6-7 (RVR1960)

La fe no elimina la realidad del dolor, pero la reubica bajo el dominio de Dios. Él lleva tu carga hoy, y mañana también. Vivir un día a la vez, de su mano, es el antídoto para la angustia que paraliza.

Puedes hablar con Dios

Señor, hoy mis planes han sido interrumpidos y mi corazón está inquieto. Reconozco que no tengo fuerzas para llevar solo este peso. Vengo a ti con todas mis preocupaciones y las dejo en tus manos.

Enséñame a caminar paso a paso, sin adelantarme al mañana. Dame tu paz que sobrepasa todo entendimiento, claridad para las decisiones y descanso mientras atravieso este proceso. Gracias porque cada día llevas mis cargas y sostienes a mi familia.

En el nombre de Jesús, amén.

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