Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
— Salmo 23:4 (RVR1960)
Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
— 1 Pedro 5:7 (RVR1960)
Cuando estamos sanos, creemos que el dolor, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte siempre le ocurren a otros. Nos sentimos fuertes, cuidamos de los más frágiles. Pero la enfermedad también puede sorprendernos. El cáncer, en el silencio de nuestros días, nos toma por la espalda y sacude la estabilidad de la vida.
¿Cómo enfrentar a este enemigo cuando todo se tambalea? Una avalancha de pensamientos golpea la mente: ¿y la familia?, ¿y el trabajo?, ¿y mis sueños?, ¿y ese viaje tan esperado? ¿De qué sirvieron las horas de ejercicio y los sacrificios de la dieta si ahora una sombra amenaza con quitarme la paz?
Ante el médico, con el resultado de la biopsia en la mano, te atreves a preguntar lo que ya intuyes: “¿Es cáncer, doctor?” Ya no son suposiciones, ni fantasmas, ni pesadillas. Es una realidad dura e innegable.
En internet hay información para cada tipo de cáncer y las estadísticas pueden asustar. Descubrimos nuestra fragilidad, como cualquier ser humano. ¿Cómo reaccionar frente a este diagnóstico?
En mi caso, la noticia llegó en medio de exámenes de rutina. Un pequeño nódulo en la tiroides, una biopsia, la confirmación: cáncer. Con el corazón sacudido, me aferré a dos certezas: estaba en buenas manos médicas y, sobre todo, en las manos de Dios. No necesitaba vivir con miedo.
La cirugía pasó, volví a casa y, como un guiño del cielo, todas mis orquídeas —a las que jamás lograba cuidar bien— florecieron a la vez. Llené el apartamento de flores y descansé en el Dios de toda consolación, agradecida por más tiempo para vivir.
Escribo estas líneas para ti, que quizá estás cruzando el mismo valle. Aquí comparto mi experiencia y la de amigos que han enfrentado el cáncer. Queremos hablarte de este Dios que camina con nosotros cada día, que desea una relación tan profunda que transforme cada momento, especialmente ahora, cuando atravesamos “el valle oscuro como la muerte”. Él no nos abandona: es nuestro Buen Pastor.
Tal vez ya has oído este mensaje muchas veces, pero las malas noticias nos sacuden y ponen a prueba la fe. Recuerda: Dios no te ha olvidado. Solo Él puede consolarte y ayudarte a vivir con fuerzas, paz y alegría, incluso en el desierto de la enfermedad.
Dios quiere hablar contigo
La noticia del cáncer no sorprende a Dios. Él conoce tus días, tus miedos y tus preguntas. En medio de la incertidumbre, su Palabra te invita a levantar la mirada y a descansar en su cuidado fiel.
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.
— Isaías 41:10 (RVR1960)
Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.
— Salmo 121:1-2 (RVR1960)
Dios te ve, te conoce y te sostiene. Esta etapa no define tu valor ni determina tu esperanza. En sus manos, aun el dolor puede convertirse en encuentro, y el miedo en confianza.
Puedes hablar con Dios
Señor, hoy mi corazón tiembla ante este diagnóstico. Las preguntas me abruman y la incertidumbre me roba la paz. Vengo a ti con mi ansiedad, con mis miedos y con mi cuerpo frágil.
Te pido que tomes mi mano y me guíes paso a paso. Dame sabiduría para las decisiones, serenidad para los tratamientos y tu paz en medio del valle. Que tu presencia llene mi casa y mi vida. Sostén a mi familia, fortalece mi fe y recuérdame cada día que no camino solo(a).
En el nombre de Jesús, amén.
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