Capítulo 0. Introducción

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.
En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

— Juan 16:33 (RVR1960)

Vivimos en tiempos difíciles. Las presiones externas, las pérdidas, la soledad, la incertidumbre y las exigencias diarias nos empujan muchas veces hacia el límite de nuestras fuerzas.
Algunas personas lo llaman estrés; otras, ansiedad; y otras, depresión. Pero cualquiera sea el nombre, la sensación es la misma: falta de ánimo, un cansancio que no se cura con dormir, un vacío en el alma.

La depresión no respeta edad, profesión ni condición social. Afecta tanto a jóvenes como a ancianos, a hombres y mujeres, incluso a aquellos que aman a Dios sinceramente.
Por eso este libro fue escrito: para recordarte que no estás solo en la batalla, que hay esperanza, y que en Cristo hay fuerzas nuevas cada día.

Dios no nos promete una vida sin dificultades, pero sí nos asegura su presencia constante.
Jesús mismo dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”
Esa promesa no elimina los problemas, pero cambia nuestra perspectiva: no peleamos solos, peleamos con el Vencedor a nuestro lado.

En las siguientes páginas, recorreremos juntos diferentes causas y aspectos de la depresión, y sobre todo, descubriremos el poder sanador de la Palabra de Dios.
Este libro no reemplaza la ayuda médica o psicológica cuando es necesaria, pero quiere ofrecerte consuelo espiritual, guía bíblica y herramientas de fe para que encuentres ánimo en medio de la batalla.

Dios quiere hablar contigo

Dios no se sorprende por tu cansancio ni se aleja de tu tristeza.
Él te comprende y te invita a venir a Él con sinceridad.
Cuando te sientas sin fuerzas, recuerda que su gracia es suficiente y su poder se perfecciona en tu debilidad.

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

— Mateo 11:28 (RVR1960)

Tu tristeza no es el final. Dios puede transformar tus lágrimas en esperanza, tu debilidad en fortaleza, y tu dolor en testimonio de su fidelidad.

Puedes hablar con Dios

Padre, reconozco que a veces me siento cansado, vacío y sin fuerzas para seguir.
Gracias porque me invitas a venir a ti tal como soy, con mis temores y mi tristeza.
Ayúdame a recordar que no estoy solo, que tu amor me sostiene aun cuando no lo siento.

Señor, enséñame a confiar en ti en medio de la batalla, a encontrar descanso en tus brazos y a renovar mi esperanza en tus promesas.
Llena mi corazón de tu paz y fortaléceme con tu Espíritu.

En el nombre de Jesús, amén.

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