Capítulo 11. Dios cuidará de ti

En ti, oh Jehová, me he refugiado; no sea yo avergonzado jamás.
Socórreme y líbrame en tu justicia; inclina tu oído hacia mí, y sálvame.
Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente;
tú has dado mandamiento para salvarme, porque tú eres mi roca y mi fortaleza.
Porque tú eres mi esperanza, oh Señor Jehová; en ti he confiado desde mi juventud.
En ti he sido sustentado desde el vientre; de las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó; de ti será siempre mi alabanza.
No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares.
Yo esperaré siempre, y te alabaré más y más.
Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud; y hasta ahora he manifestado tus maravillas.
Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares,
hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir.

— Salmo 71:1-3, 5-6, 9, 14, 17-18 (RVR1960)

Probablemente estés leyendo estas palabras con tus lentes puestos.
Con el paso de los años, la vista se debilita y la vida parece nublarse un poco.
El futuro puede generar miedo e incertidumbre: ¿Quién cuidará de mí cuando no pueda valerme por mis propios medios? ¿Seré una carga?
Estas preguntas son comunes, pero hay una verdad que disipa la ansiedad: Dios cuida de ti.

Cuando la preocupación y el temor quieran dominarte, recuerda mirar con los “ojos de la fe”.
El mismo Dios que te ha sostenido hasta hoy, lo seguirá haciendo mañana.
Él ha sido fiel en cada etapa de tu vida, y no dejará de serlo ahora.
Nada escapa a Su cuidado.
Solo necesitas depositar tu confianza en Sus manos y descansar en Su amor eterno.

Tú, que has trabajado y vivido tanto, puedes mirar hacia atrás y ver cuántas veces Dios te ha guardado, consolado y provisto lo necesario.
Él no cambia.
Así como te sostuvo en el pasado, te sostendrá también en la vejez, cuando tus fuerzas físicas disminuyan.
Su amor es constante, Su fidelidad no tiene fin.

Dios quiere hablar contigo

David, el pastor de ovejas que se convirtió en rey, conoció de cerca la fidelidad del Señor.
Desde su juventud, hasta su ancianidad, Dios fue su roca, su refugio y su fortaleza.
Aun en medio de errores, persecuciones y pérdidas, David podía decir con certeza:

Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme;
Has entendido desde lejos mis pensamientos.
Has escudriñado mi andar y mi reposo,
Y todos mis caminos te son conocidos.
Aun no está la palabra en mi lengua,
Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.
Detrás y delante me rodeaste,
Y sobre mí pusiste tu mano.
Mi embrión vieron tus ojos,
Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.

— Salmo 139:1-5, 16 (RVR1960)

Con los años, David también pudo testificar:

Joven fui, y he envejecido,
Y no he visto justo desamparado,
Ni su descendencia que mendigue pan.
En todo tiempo tiene misericordia, y presta;
Y su descendencia es para bendición.

— Salmo 37:25-26 (RVR1960)

Dios promete cuidar de los suyos, no solo durante la juventud o los años de vigor, sino también en la vejez.
Su presencia permanece, Su provisión continúa y Su amor no disminuye.
Él se deleita en protegerte, en sostenerte y en cumplir sus promesas.

Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.
Porque será como el árbol plantado junto a las aguas,
que junto a la corriente echará sus raíces,
y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde;
y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.

— Jeremías 17:7-8 (RVR1960)

Jesús también nos enseñó a confiar en el cuidado del Padre celestial:

Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber;
ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros;
y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán.
Basta a cada día su propio mal.

— Mateo 6:25-26, 33-34 (RVR1960)

Estas palabras son una invitación a descansar en la fidelidad de Dios.
Él no solo te dio la vida, sino que también promete sostenerla hasta el último suspiro.
Nada puede separarte de Su amor ni impedir Su cuidado.

Puedes hablar con Dios

Señor, gracias porque a lo largo de mi vida he visto tu fidelidad.
Tú has sido mi roca, mi refugio y mi proveedor.
Ayúdame a seguir confiando en ti, sin miedo al futuro.

Enséñame a descansar cada día en tu amor, a no preocuparme por lo que vendrá,
y a vivir con gratitud por tus bondades.
Te entrego mis temores, mis necesidades y mis años.
Confío en que seguirás cuidando de mí, como lo has hecho hasta ahora.

En el nombre de Jesús, amén.

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