Capítulo 4. Nada puede impedirme

Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.
Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?
Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.

— Éxodo 4:10-12 (RVR1960)

Quienes conocieron a don Calvino en su trabajo como carpintero jamás imaginaron que pudiera atreverse a hablar en público, debido a su tartamudez. Era difícil mantener una conversación con él sin sentir la tentación de completar sus frases, porque le costaba expresarse.

Ya era un hombre mayor cuando comenzó a dirigir aquella pequeña congregación. Tocaba el violín, dirigía el coro, organizaba las reuniones de oración, visitaba enfermos, aconsejaba, administraba las finanzas de la iglesia y además predicaba. Lo sorprendente era que, al predicar, ¡ni una sola vez tartamudeaba!

Su mensaje era sencillo pero profundo, lleno de sabiduría y de vida. La experiencia acumulada durante años de caminar con Dios lo hacía un maestro atento y confiable. Su testimonio era respaldado por una familia amorosa, hijos y nietos comprometidos con el Señor.

Su dificultad al hablar nunca fue un obstáculo para servir a Dios ni a las personas. Con ternura y dedicación, creaba un ambiente de acogida y amor donde todos se sentían valorados.

Dios sabe por qué tenemos ciertas limitaciones, pero cuando nos ponemos en Sus manos, Él las usa para manifestar Su poder y Su gloria.

🌿 Dios quiere hablar contigo

Moisés nació en Egipto en un tiempo de gran opresión. El faraón, temeroso del crecimiento del pueblo hebreo, había ordenado matar a todos los niños varones. Sin embargo, Dios tenía un plan. Moisés fue salvado y adoptado por la hija del faraón, creciendo en el palacio como un príncipe.

Ya adulto, al ver a un egipcio maltratando a un israelita, reaccionó violentamente y tuvo que huir al desierto para salvar su vida. Allí, en soledad y anonimato, Dios comenzó a prepararlo para una misión que cambiaría la historia.

Cuando el Señor lo llamó para liberar a Su pueblo, Moisés presentó excusas: se consideraba incapaz, débil y con un problema de habla. Pero Dios no aceptó sus excusas, sino que le dio los medios y la ayuda que necesitaba. Le envió a su hermano Aarón para ser su portavoz, y juntos enfrentaron al faraón y condujeron al pueblo hacia la libertad.

En el camino, Moisés vio el poder y la fidelidad de Dios de una forma que pocos han experimentado. Después de atravesar el mar y contemplar la derrota de los egipcios, pudo cantar con gozo:

Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete.
Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré.
¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?
Jehová reinará eternamente y para siempre.

— Éxodo 15:1-2,11,18 (RVR1960)

Moisés aprendió que las debilidades no son excusas, sino oportunidades para experimentar el poder de Dios. Lo mismo ocurre contigo: lo que parece una limitación puede convertirse en el canal de Su gracia y de Su fuerza.

🙏 Puedes hablar con Dios

Padre, reconozco que muchas veces he usado mis limitaciones, mis debilidades o mi edad como excusa para no servirte.
Perdóname por haberme acomodado y por esperar que otros hagan lo que Tú me has pedido a mí.

Ayúdame a recordar que no soy víctima de las circunstancias ni de mis defectos. Enséñame a confiar en Ti como mi Señor y fortaleza.
Muéstrame cómo quieres usarme hoy, para Tu gloria y para que otros conozcan Tu amor a través de mi vida.

En el nombre de Jesús, amén.

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