Cuando Josué ya era viejo, entrado en años, Jehová le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer. Josué 13:1
Eran las seis de la mañana y doña Beck ya estaba en pie. Había trabajado hasta pasada la medianoche preparando el material para las clases del día siguiente.
Esa era su rutina desde hacía más de cincuenta años. Enfermera y misionera, había dejado su país siendo aún joven para ir a África a cuidar de los niños, los enfermos, los heridos de guerra y los mutilados. Daba cursos para preparar a laicos como agentes de salud en los hogares, caminando horas bajo el sol ardiente por caminos polvorientos. Su labor trajo gran alivio a los afligidos en un país donde había un médico por cada trece mil personas.
Curiosa, un día le pregunté:
—Doña Beck, usted tiene setenta y cuatro años. ¿Ha pensado alguna vez en dejar de trabajar, jubilarse de verdad y descansar?
Con una mirada pícara, me respondió:
—Mi abuela murió a los noventa y cuatro años. Mi madre, a los noventa. Si me jubilo ahora, ¿qué voy a hacer durante los próximos veinte años?
Y siguió trabajando, porque aún había mucho por hacer.
Dios quiere hablar contigo
El espejo revela las marcas de la edad: líneas de expresión, cabellos blancos, algunas arrugas aquí y allá. Las articulaciones duelen, los pasos se vuelven más lentos, y la mente a veces se distrae, olvidando nombres o hechos recientes.
Pero cuando caminamos con el Señor, nos volvemos más ricos en experiencias y sabiduría. Sabemos cómo hacer las cosas con mayor eficacia. La experiencia se vuelve nuestra aliada, la sabiduría nos impulsa hacia adelante, y el tiempo pasado se transforma en compañero que nos ayuda a alcanzar metas aún más altas.
Así era Josué. Llamado por Dios, continuó la obra de su antecesor Moisés, recibiendo la misma promesa que había guiado al pueblo fuera de Egipto hacia la Tierra Prometida.
El Dios del Antiguo Testamento es el mismo Dios de hoy. La edad avanzada no significa el fin del camino. Caminar con Dios significa que Él sigue usándonos con los dones, talentos y experiencias que nos ha dado, para la gloria de Su nombre, para bendecir a muchos, para dejar un legado firme a nuestros hijos y nietos, y para marcar una diferencia en nuestra cultura y en la vida de quienes nos rodean.
Permite que, al atardecer de tu vida, el brillo del amor y el carácter de Cristo se reflejen en ti, de modo que muchos puedan conocer una vida nueva y abundante a través de tu testimonio.
Cantaré eternamente las misericordias de Jehová; Con mi boca haré notoria tu fidelidad de generación en generación. Porque dije: Para siempre será edificada misericordia; En los cielos mismos afirmarás tu fidelidad. Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; Misericordia y verdad van delante de tu rostro. Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; Andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro. Salmo 89:1-2,14-15
Puedes hablar con Dios
Señor, a veces la debilidad y el peso de los años me abruman. El dolor en el cuerpo, las limitaciones, el miedo a depender de otros o convertirme en una carga, la sensación de inutilidad.
Despierto en la noche con ansiedad y temor por el mañana, con ganas de rendirme.
Ayúdame a recordar que, para Ti, la edad no es sinónimo de inutilidad, sino de sabiduría acumulada, de capacidad para aconsejar y animar a los más jóvenes en su camino.
Todo esto es posible cuando camino contigo cada día, leyendo y viviendo Tu Palabra.
Así como usaste a Josué en su vejez, te pido que también me uses a mí, cada día de mi vida.
En el nombre de Jesús, amén.
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