Capítulo 9: La ansiedad me está dominando

Salmo 69:1–3, 13, 15–16 

Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma.
Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie;
he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido;
han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.

Pero yo a ti oraba, oh Jehová, al tiempo de tu buena voluntad;
oh Dios, por la abundancia de tu misericordia, por la verdad de tu salvación, escúchame.
No me anegue la corriente de las aguas,
ni me trague el abismo,
ni el pozo cierre sobre mí su boca.
Respóndeme, Jehová, porque benigna es tu misericordia;
mírame conforme a la multitud de tus piedades.

No temas al futuro, porque Dios ya está allí

La ansiedad nos encierra en un torbellino de “¿y si…?”. Tememos ser carga, tememos el mañana. Alguien dijo que sufrimos de dos males: fe pequeña (porque conocemos poco el carácter de Dios) y memoria corta (porque olvidamos sus obras pasadas).

Dios es soberano: cumple lo que promete y no abandona a sus hijos. Va delante de nosotros. Aquello que para ti es incierto, para Él está bajo control. No temas el futuro: Dios ya está allí.

Oración

Dios, gracias porque cuando estoy afligido y preocupado, tú me consuelas y alegras mi alma (Salmo 94:19). Descanso en tu fidelidad. En el Nombre de Jesús, Amén.

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