Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira;
ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado.
Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza;
como carga pesada se han agravado sobre mí.
Hieden y supuran mis llagas,
a causa de mi locura.
Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera,
ando enlutado todo el día.
Porque mis lomos están llenos de ardor,
y nada hay sano en mi carne.
Estoy debilitado y molido en gran manera;
gimo a causa de la conmoción de mi corazón.
Señor, delante de ti están todos mis deseos,
y mi suspiro no te es oculto.
Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor,
y aun la luz de mis ojos me falta ya.
Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga,
y mis cercanos se han alejado.
Salmo 38:3-11
Dios está lleno de misericordia
El pecado siempre deja cicatrices. David lo sabía bien: al escoger su propio camino, creyó encontrar placer, pero halló vergüenza y dolor. Como él, muchas veces tropezamos y terminamos cargando culpas insoportables.
El pecado trae consecuencias amargas, pero la misericordia de Dios es mayor que nuestro error. Cuando venimos a Él arrepentidos, no nos rechaza ni nos coloca en una lista negra. Nos recibe, nos limpia y nos restaura por medio del sacrificio de Cristo en la cruz.
Por eso, si has caído, no te escondas. Acércate a Dios. Confiesa tu pecado. Su perdón está disponible hoy, y su gracia es suficiente para levantarte.
Oración
Gracias, Padre, porque en Cristo Jesús no hay condenación. Gracias por tu misericordia que me limpia y me levanta aun cuando caigo. Dame un corazón arrepentido y enséñame a caminar en tu gracia cada día. En el Nombre de Jesús, Amén.
Leave a Reply