Oh Jehová, Dios de mi salvación,
día y noche clamo delante de ti.
Llegue mi oración a tu presencia;
inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está hastiada de males,
y mi vida cercana al Seol.
Soy contado entre los que descienden al sepulcro;
soy como hombre sin fuerza,
abandonado entre los muertos,
como los pasados a cuchillo que yacen en el sepulcro,
de quienes no te acuerdas ya,
y que fueron arrebatados de tu mano.
Me has puesto en el hoyo profundo,
en tinieblas, en lugares profundos.
Sobre mí reposa tu ira,
y me has afligido con todas tus ondas…
Mas yo a ti he clamado, oh Jehová,
y de mañana mi oración se presentará delante de ti.
¿Por qué, oh Jehová, desechas mi alma?
¿Por qué escondes de mí tu rostro?
Salmo 88:1-7, 13-14
Dios está en control
La vida parecía estable cuando, de repente, la tormenta cayó. Y en medio del dolor, como el salmista, sentimos que todo se derrumba: fuerzas agotadas, corazón abatido, mente confundida. Es inevitable preguntarse: ¿Qué hice para merecer esto? ¿Me estará castigando Dios?
El sufrimiento puede venir por varias causas: errores que cometimos en el pasado, nuestra fragilidad humana, o incluso ataques del enemigo que busca quebrar nuestra fe. Pero por encima de todo está Dios, que nunca pierde el control.
Cuando no entiendas las razones, recuerda que Él sigue siendo tu refugio. Tal vez no te dé explicaciones, pero sí puede darte paz. Tal vez no quite de inmediato tu carga, pero sí puede tomarte en sus brazos y sostenerte.
Oración
Dios mío, enséñame a descansar en ti aunque no comprenda el dolor. Ayúdame a confiar en que sigues en control, y a sentir tus brazos fuertes sosteniéndome en medio de mi debilidad. En el Nombre de Jesús, Amén.
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