Capítulo 1: En El Lecho del Dolor

Seguramente nunca imaginaste estar aquí. Esa cama, que en otro tiempo era solo para descansar después de un día cansado, ahora se ha convertido en tu mundo. Si estás en el hospital, ni siquiera es tuya; y si estás en casa, dejó de ser un lugar de paso y se transformó en tu espacio permanente. Todo debe estar al alcance de tu mano. Te sientes dependiente, frágil, sin fuerzas.

Lo que antes veías de lejos en la vida de otros, ahora te ha alcanzado a ti. La enfermedad llegó sin pedir permiso y poco a poco te fue quitando energías. Los tratamientos que parecían una solución rápida no resolvieron lo que esperabas. La rutina de tu vida se interrumpió y no sabes si volverás a ella como antes. Algunas cosas deberán cambiar, ajustarse, repensarse.

Cuando uno está “horizontal”, la mirada se dirige hacia arriba. Y al mirar hacia arriba, inevitablemente te encuentras con Dios. Quizás hasta ahora no habías tenido mucho tiempo para detenerte a pensar en Él. No eras malo, solo estabas ocupado, convencido de que tenías todo bajo control. Tus oraciones eran rápidas, formales, quizá un “buenos días, Señor” antes de salir. Y nada más.

Tal vez te acostumbraste a vivir con una religión superficial, creyendo que con asistir un par de veces al año a tu comunidad bastaba. O quizá siempre caminaste cerca de Dios, confiando en Él, buscando su guía… y ahora te preguntas por qué permite que pases por tanto dolor si eres su hijo amado. ¿Será un castigo? ¿Será un pecado oculto?

Sea cual sea tu caso, quiero decirte algo: no desperdicies este tiempo de enfermedad. Parece duro, pero este valle puede mostrarte cosas que en otro lugar jamás verías. Dios puede hablar a tu corazón en medio de este dolor, darte una nueva perspectiva, poner en orden lo que necesita ser ordenado en tu vida y mostrarte el poder de su cuidado.

Él no te juzga por tus preguntas ni por tus dudas. Él conoce cada pensamiento antes de que salga de tus labios, y aun así te ama con amor eterno.

Por eso existen los Salmos. Allí, hombres y mujeres como tú se atrevieron a gritar sus dolores, sus preguntas y su angustia. Y en medio de esos clamores encontraron respuestas: la seguridad de que Dios era su refugio, su roca firme en la tormenta, su compañía constante en el lecho del dolor.

Él quiere hacer lo mismo contigo. No estás solo. Dios está a tu lado, aun ahora. Escucha su voz, descansa en sus brazos y descubre que su amor es más fuerte que la enfermedad.

Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *