Oración inicial
Señor, hoy abro mi corazón. Quiero escucharte y conocerte como Bartimeo te conoció. Dame ojos espirituales para ver tu obra, incluso cuando todo parece oscuro. Revélame quién eres y llévame por el camino de la sanidad. En el Nombre de Jesús, Amén.
Pasaje bíblico
«¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!» (Marcos 10:47).
Reflexión
Bartimeo es el único ciego de la Biblia cuyo nombre aparece registrado. Y su nombre significa algo sorprendente: honorable, valioso. Sin embargo, este hombre valioso a los ojos de Dios estaba al borde del camino, marginado, mendigando. Invisible para el mundo, pero visto por el cielo.
Muchas veces confundimos el silencio de Dios con abandono. Oramos con fe, pero no pasa nada, y nos preguntamos: «¿Me habrá escuchado? ¿Le importo?». Poco a poco, una mentira comienza a instalarse: que no somos lo suficientemente importantes para Dios. Fingimos que no duele, intentamos espiritualizar el silencio con frases como «Dios tiene sus motivos» o «tal vez esto no sea tan importante». Y aunque es cierto que Dios tiene sus tiempos, detrás de esas palabras puede esconderse un sentimiento más profundo: la idea de que nuestro dolor no vale tanto para Él.
Así se forma una herida silenciosa, un dolor que no sangra pero hiere el alma, llevándonos a pensar que Dios sana a otros, pero no a mí. Esta es una de las mentiras más crueles que el enemigo siembra en el corazón herido: la de que nuestro sufrimiento es invisible incluso para Dios.
Pero hoy el Espíritu Santo quiere arrancar esa mentira. Tú no estás olvidado. El hecho de que aún no hayas sido sanado no disminuye tu valor delante del Padre. Bartimeo era ciego y marginado, pero el cielo conocía su nombre. Y lo mismo sucede contigo.
Al igual que Bartimeo, abre tus ojos espirituales y permite que el Espíritu Santo te muestre quién es Jesús. Esa revelación siempre será el primer paso hacia la sanidad.
Principio espiritual
Nuestra situación terrenal no define nuestro valor en el cielo.
Versículo final
«¿Acaso una mujer puede olvidar al hijo que amamanta, de modo que no se compadezca del hijo de su vientre? Pero aunque ella llegara a olvidarlo, yo, sin embargo, no te olvidaré». (Isaías 49:15)
Preguntas para reflexionar
- ¿Creo que Dios todavía sana hoy?
- ¿He confundido el silencio con el abandono?
- ¿Sé realmente quién es mi Dios?
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