“Y llegaron hasta la era de Atad, que está al otro lado del Jordán, y endecharon allí con grande y muy triste lamentación; y José hizo duelo por su padre siete días.” Génesis 50:10
Cuando alguien a quien amamos muere, necesitamos saber que los pasos necesarios para vivir no estarán exentos de dolor. Entonces, nuestra primera actitud ante las pérdidas debe ser reconocerlas. La tarea es muy difícil, porque el amor nos hace demorar en creer los hechos tal como son.
Reconocer las pérdidas no significa aceptar con pasividad los eventos dolorosos. Podemos llorar, cuestionar, protestar, quejarnos. Cuando su amigo Lázaro murió, Jesús lloró.
“Jesús lloró.” Juan 11:35
Nuestro llanto puede ser largo, pero no debe durar para siempre, porque nuestra vida tiene que continuar, aunque nos hayamos quedado solos o sintamos mucha nostalgia. Vivir es una forma de honrar a los difuntos.
Cuando el duelo no es nuestro, también debemos llorar con los que lloran, yendo al encuentro de familiares y amigos para consolarlos.
“Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.” Romanos 12:15
Debemos dar gracias a Dios por habernos dado quien nos ha dado y por haberle permitido partir.
“Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.” Job 1:21
Debemos honrar a aquel o aquella que nos dejó.
Honramos cuando recordamos sus buenas ideas y sus bellos valores y deseamos guardarlos preservados en nuestra propia vida. Si fue generoso, por ejemplo, busquemos seguirlo. En cuanto a sus defectos, que tal vez solo nosotros conocemos—y no los mencionaremos—, permitamos que nos muestren un camino mejor a recorrer.
Honramos cuando reconocemos como buenas las causas por las que luchó y decidimos abrazarlas también para que sigan vivas en nosotros y a través de nosotros.
Honramos cuando hacemos de su vida un legado, donando su ropa o sus libros a quienes lo necesitan. También podemos dedicar un bien que nos ha dado para viabilizar una gran causa. O podemos crear un proyecto o un fondo financiero con los recursos que ha guardado y, con ello, bendecir a los pobres de pan o de salvación.
Cuando actuamos así, hacemos que nuestro querido hable todavía.
“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.” Hebreos 11:4
Señor, cuando enfrente la pérdida de seres queridos, ayúdame a honrar su memoria de manera que glorifique tu nombre. Dame fuerzas para llorar sin desesperarme, para recordar lo bueno sin idealizar, y para vivir de tal manera que sus valores perduren a través de mí. Que mi vida sea un testimonio vivo de su legado. En El Nombre de Jesús, Amén.
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