Capítulo 5. Grandeza sin igual

Alabadle por sus proezas; Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. Salmos 150:2

Como hombres, a menudo medimos nuestra “grandeza” comparándonos con los demás. En el momento en que logramos algo, surge la tentación de evaluar nuestro éxito en relación con quienes nos rodean. Surgen dos trampas: podemos menospreciar a los que están detrás de nosotros y sentirnos orgullosos, o podemos mirar a los que están adelante y desanimarnos, avergonzarnos o frustrarnos. De cualquier manera, la comparación nos roba la alegría.

La verdad es que siempre habrá alguien más inteligente, más fuerte, más rico o más avanzado que nosotros. En el ámbito laboral, siempre habrá alguien con mejor posición. En los deportes, siempre habrá alguien más hábil. En las finanzas, siempre habrá alguien con más recursos. Pero la comparación se desvanece cuando fijamos nuestros ojos en Dios.

El salmista declara que Su grandeza es sin igual. Solo Él es el más grande, y Sus obras son las más poderosas. Nada de lo que hagamos debe ser por competir con otros, sino por honrarlo a Él. Dios siempre estará por encima de todo, y precisamente por eso lo alabamos. La adoración cambia nuestro enfoque de la comparación a la satisfacción, recordándonos que Su grandeza no tiene igual y Su gloria es nuestro gozo.

Amado Señor, te alabo porque no tienes igual en poder, sabiduría y amor. Perdóname cuando me comparo con los demás, cayendo en el orgullo o el desánimo. Ayúdame a descansar en la verdad de que Tú eres el más grande, y todo lo que hago es para Tu gloria. Enséñame a celebrar Tus poderosas obras y a vivir libre de comparaciones. Llena mi corazón de gratitud y alabanza que solo te honre a Ti. En el nombre de Jesús, Amén.

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