Capítulo 10. Exaltado

“Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor.” Cantares 2:4

En esta escena, la esposa de Salomón describe ser escoltada personalmente a un lugar de descanso y abundancia. Salomón la exalta, dándole honor y cubriéndola con una bandera de amor. Esta imagen íntima señala bellamente la relación de Cristo con nosotros. Cuando aún éramos pecadores, Él nos levantó de nuestra condición humilde y nos invitó a Su mesa. En lugar de vergüenza, nos dio honor; en lugar de maldición, nos bendijo abundantemente.

Como hombres, entendemos el concepto del honor y la protección. Cuando un hombre verdaderamente ama, exalta a quien ama, la protege bajo su cuidado y proclama públicamente su devoción. Esto es exactamente lo que Cristo ha hecho por nosotros. Nos ha cubierto con Su bandera de amor, declarando al mundo entero que somos Suyos.

La mejor manera de experimentar el amor de Dios es extenderlo a los demás. Cuando abrimos nuestros corazones con generosidad, especialmente hacia aquellos que la sociedad pasa por alto, reflejamos el propio corazón de Cristo. Al exaltar a los humildes, vislumbramos cómo Él nos ha exaltado. Así como Salomón se deleitó en bendecir a su esposa, así también nosotros podemos deleitarnos en levantar a otros, cubriéndolos con amor que apunte al Salvador.

Señor, gracias por levantarme de mi humilde estado y traerme a Tu mesa de gracia. Ayúdame a reflejar ese mismo amor y generosidad hacia los demás. Enséñame a ver a los humildes como Tú los ves y a honrarlos con bondad. Permite que mi vida sea una bandera de Tu amor, visible para el mundo observador. Que cada acto de compasión me recuerde la forma en que me has exaltado en Cristo. Amén.

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