A menudo, cuando leemos acerca de los eventos milagrosos en las Escrituras, pensamos que solo se aplicaron a quienes vivieron en los tiempos bíblicos. Olvidamos que el mismo Dios que respondió a las oraciones entonces sigue siendo el mismo Dios hoy. En esta era moderna de ciencia, medicina y tecnología, muchas personas descuidan la oración o la consideran únicamente un último recurso. Sin embargo, la oración sigue siendo esencial para todos: tanto para reyes como para personas comunes, tal como lo fue para Cristo, Sus apóstoles y las primeras congregaciones.
Mi propia vida es testimonio de ese poder. En 2006, padecía gravemente de colitis ulcerosa y perdía sangre a diario. Un día colapsé en casa, al borde de la muerte. Mi esposa, mi madre y mi tía clamaron fervientemente mientras yo luchaba por respirar, hasta que finalmente perdí el conocimiento. Durante ese tiempo experimenté lo que parecía ser el umbral de la eternidad. Me encontré en un valle oscuro y desolado, lleno de temor y soledad. Me preguntaba por qué, después de tantos años siguiendo a Cristo, aquella era mi realidad. Al clamar con las palabras del Salmo 23, de repente contemplé una visión de la Nueva Jerusalén: radiante, gloriosa, rodeada de ángeles. Entonces vi a Jesucristo mismo, vestido de luz resplandeciente. Sentí una profunda vergüenza por mi pecado al compararlo con Su santidad, pero también un anhelo inmenso de entrar en aquella ciudad celestial.
Escuché entonces una voz que me dijo: “Puedes venir aquí si quieres”. En un instante fui llevado hacia sus muros dorados y puertas de nácar, contemplando ángeles con trompetas y una ciudad que brillaba como oro translúcido. Pero antes de entrar, apareció ante mí una pantalla que mostraba grupos de personas: algunos pastores y sus familias, otros desconocidos. Sentí la carga del corazón de Dios por el ministerio y por la humanidad. En ese momento comprendí que todavía tenía trabajo por hacer. Todo se oscureció y regresé a mi cuerpo.
Más tarde supe que había estado sin vida durante varios minutos, hasta que mi esposa clamó a Dios con desesperación para que me devolviera, y en ese instante reviví. En el hospital, los médicos transfundieron sangre con urgencia, reconociendo lo crítico de mi estado. Allí entendí que Dios me había perdonado y restaurado, no solo por amor a mí, sino también para llamarme más profundamente a la oración y al servicio en Su obra.
Esta experiencia transformó mi vida. Desde entonces, estudio las Escrituras con una pasión renovada, especialmente los pasajes que hablan de oración, sanidad y resurrección. Descubrí que las grandes hazañas de héroes bíblicos como Moisés, David, Ezequías o Salomón fluyeron directamente de sus oraciones. No eran extraordinarios por naturaleza; recibieron poder porque oraron. Si nosotros también oramos con la misma fe y fervor, podremos presenciar maravillas del mismo Dios. Lo único que nos separa de ellos no es el acceso a Su presencia, sino la disposición de acercarnos con la misma confianza y perseverancia.
Al escribir este libro, seleccioné lo que considero las diez oraciones más poderosas de la Biblia. No lo hice para disminuir a las demás, sino para resaltar aquellas con un impacto más profundo y transformador. Mis criterios se basaron en los resultados: a quiénes afectaron, cuántos fueron transformados y si eran oraciones que podemos emular hoy. Algunas cambiaron la vida de una persona, otras transformaron naciones enteras. También tomé en cuenta el carácter y las circunstancias de quienes oraron, porque las súplicas hechas en medio de la desesperación o de momentos extraordinarios revelan la profundidad de la confianza en Dios.
No ordené estas oraciones de mayor a menor, pues cada una encierra lecciones únicas. Aunque, sin duda, la oración de Cristo mismo es la más sublime de todas. Mi esperanza es que, al leer este libro, descubras que la oración no es una reliquia del pasado, sino un poder vivo y actual disponible para todos. Los hombres y mujeres de la Biblia eran tan humanos como nosotros; lo que los distinguía era su vida de oración.
Si hacemos de la oración no solo una herramienta de emergencia, sino un estilo de vida, también veremos la presencia, el poder y los milagros de Dios. Que este libro te inspire a crecer en fe, a perseverar en la oración y a experimentar una transformación que bendiga tu vida y la de quienes te rodean.
Dios te bendiga, y nunca dejes de orar.
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