Mas yo restauraré tu salud y sanaré tus heridas. Jeremías 30:17
Conocemos las reglas básicas para una buena salud física: comer bien, beber agua, descansar y hacer ejercicio. Sin embargo, incluso si las seguimos perfectamente, la enfermedad sigue llegando. Algunos soportan incluso el peso de una enfermedad crónica, que requiere atención continua. Cuando nuestros cuerpos fallan, naturalmente recurrimos a los médicos en busca de ayuda.
Lo mismo ocurre con la salud mental y emocional. Podemos esforzarnos por lograr el equilibrio, pero aún enfrentamos luchas como la depresión, la ansiedad o el agotamiento. Lamentablemente, algunos creen erróneamente que los desafíos de salud mental son solo problemas espirituales que los médicos no pueden abordar. Pero las Escrituras nos recuerdan lo contrario: los médicos y la medicina son bendiciones de Dios. El Antiguo Testamento muestra a los médicos como siervos (Génesis 50:2), realizando procedimientos por orden de Dios (Génesis 17:10-14). Proverbios 17:22 nos dice que los tratamientos curativos pueden elevar el espíritu, y Jesús mismo afirmó que los enfermos necesitan un médico (Lucas 5:31). Incluso Lucas, uno de los escritores de los Evangelios, era médico (Colosenses 4:14).
Dios es el Gran Médico. Solo Él sabe cómo el cuerpo, la mente y el alma trabajan juntos. A veces se obra la sanidad de manera milagrosa; otras, a través de médicos, medicamentos o cuidados continuos. Puede que no comprendamos por qué algunos reciben alivio instantáneo mientras otros soportan luchas prolongadas, pero podemos confiar en Su tiempo y Su plan. La curación, ya sea inmediata o gradual, siempre viene de Su mano. Nuestro papel es rendirnos, confiar y permitir que Él trabaje a Su manera.
Señor, gracias por ser el Gran Médico que sana mi cuerpo, mi mente y mi alma. Ayúdame a confiar en Tu sabiduría, ya sea que la sanidad llegue de manera instantánea, gradual o a través de médicos y medicamentos. Libérame del orgullo o el miedo que me impiden buscar ayuda cuando la necesito. Enséñame a entregarte mis luchas diariamente, creyendo que estás obrando a Tu manera y en Tu tiempo. Fortaléceme con esperanza y paz. En el nombre de Jesús, Amén.
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