Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. 3 Juan 1:2
El cuerpo humano es una obra maestra del diseño divino (Salmo 139:13). Cada extremidad, cada órgano, arteria y vena, están perfectamente orquestados para funcionar en armonía. Ningún ingeniero podría replicar la complejidad de la creación de Dios.
Sin embargo, después de la entrada del pecado, nuestros cuerpos perdieron su ritmo perfecto. La edad, la enfermedad y algunas decisiones de estilo de vida nos recuerdan nuestra fragilidad. Aun así, Dios nos llama a cuidar esta vasija terrenal que nos ha confiado.
Estar en sintonía con nuestro cuerpo forma parte de la vida abundante que Él desea para nosotros. Aun sin conocimientos médicos, podemos percibir cuándo algo no funciona correctamente: cambios de sueño, apetito o simplemente sensaciones de malestar. Incluso otros pueden advertir señales que nosotros pasamos por alto.
Valorar nuestro cuerpo como creación de Dios nos permite estar preparados para Su obra. Cuidarnos física, emocional y espiritualmente nos da energía y fuerza para servirle plenamente. La negligencia, en cambio, nos deja agotados, limitando nuestra capacidad de recibir y actuar conforme a Sus bendiciones.
Señor, gracias por crear mi cuerpo con tanto cuidado y perfección. Ayúdame a estar atento a sus señales y a tratarlo como el templo de Tu Espíritu. Dame sabiduría para tomar decisiones que Te honren mediante descanso, nutrición y equilibrio. Fortaléceme para vivir plenamente y servirte con fidelidad. Que mi cuerpo, mente y alma glorifiquen Tu nombre en todo momento. En el nombre de Jesús, Amén.
Leave a Reply